22 de diciembre de 2008

Penelope Fitzgerald (1): más por menos

UNO-Penelope Fitzgerald empezó a publicar a los sesenta años y murió a los ochenta y tres, en el 2000. Escribió nueve novelas, tres biografías, unos pocos cuentos, algunos ensayos y muchas, muchas, muchas cartas. Julian Barnes, A. S. Byatt, Jan Morris, Victoria Glendinning, Hermione Lee y Doris Lessing, entre otros, cayeron a sus pies, y hoy nadie duda que Penelope Fitzgerald esté entre los mejores de los mejores: "Of all the novelists in English of the last century, she has the most unarguable claim on greatness", dijo Philip Hensher en Spectator. Nótese "all", nótese "in English" y piénsese en cuánto abarca esa demarcación.

Penélope Fitzgerald recibió todos los honores posibles, premio Booker incluido, mientras vivía. La oleada de veneración crítica en torno a su obra no presenta signo alguno de agotamiento.
Quien no se haya enterado, que se ponga al día.

DOS- ¿Qué hace? ¿Cómo lo hace?
La perplejidad ante una técnica narrativa excepcionalmente virtuosa parece ser la primera reacción de los lectores de Penelope Fitzgerald, y el "¿cómo lo hace?" surge como un pop-up durante la lectura: how does she do it? how is it done?...Los críticos repiten tanto la pregunta (ver*) que se diría que se copian unos a otros, si no fuera porque nosotros pensamos exactamente lo mismo al cerrar el libro: ¿cómo lo ha hecho?

Sí, pero ¿qué es exactamente lo que hace?
Pues reducir sus historias al mínimo imprescindible para obligar al lector a construir el sentido último del texto, y hacerlo con un virtuosismo inigualable. Ahí está su fuerza y su diferencia, y ahí radica su genio: Penelope Fitzgerald redefine el acto de narrar porque modifica los roles del autor (que da menos que nunca) y del lector (que aprende a leer mucho donde hay muy poco).

Si la narrativa es, en última instancia, transmisión de información ficticia de acuerdo a convenciones pactadas, Penelope Fitzgerald se sitúa en el extremo. Esto me lo callo -parece decir- y aquello también; corto, quito, tiro todo lo innecesario y le entrego al lector una novela en grado mínimo, un esqueleto, unas coordenadas, unos indicios. Y que él construya.

Y así, los libros de Penelope Fitzgerald tienen efecto expansivo y retardado. Después de haberlos terminado se compone en nuestra mente la historia en toda su riqueza y complejidad, y toma forma precisa lo que en el texto sólo estaba apuntado. Entendemos que cada palabra estaba cargada y cada elemento era una flecha.
El texto era el germen.


TRES- The bookshop
/ La librería
El argumento -una viuda mayor monta una librería en un pueblo de costa y fracasa- puede llevar a engaño y atraer a lectores que saldrán muy decepcionados. The bookshop (1978) no es una novela mona sobre bibliofilia con viejecita tozuda y vecinos gruñones y excéntricos: no va en la línea de 84, Charing Cross Road ni de The Uncommon Reader. Éste es un libro breve y duro, protagonizado por un personaje torpe y amargo que lucha sin heroísmo ni inteligencia contra la maldad banal de los demás. Nadie sale bien parado.
Excepto el lector, claro.

La concepción de la novela, la estructura, el tono y el ritmo con el que la información se dosifica son magistrales. Pero, además, en The bookshop hay un golpe de genio.
Veamos.
El narrador acompaña a Florence Green durante ocho capítulos y medio, muy de cerca. Abrimos la librería con ella, sospechamos con ella quién, cómo y por qué nos lo va a poner difícil y reconstruimos sus sentimientos a lo largo del proceso porque vemos cada una de sus acciones. Y entonces, a cuarenta páginas del final, en el momento en que todo va a empezar a derrumbarse, la abandonamos y nos vamos, con el narrador, a conocer un poco mejor a los personajes que están al otro lado de la zancadilla.
Florence reaparece en un par de ocasiones muy breves, casi de pasada, como una secundaria, y nosotros entendemos así -durante la omisión- las claves, el desarrollo, las implicaciones y el significado de su derrota.
¿Alguien se atreve a hacerlo mejor?

CUATRO- The means of escape
Diez relatos recopilados en el año 2000 componen el total de los cuentos que Penelope Fitzgerald consideró publicables (para los curiosos y los arqueólogos, el Hudson Review ha desenterrado tres relatos tempranos aquí).
Como muchos otros relatos, son obras maestras de la concisión y nos llevan a pensar en el lugar común: una frase menos y el relato se habría desmoronado.
Pero, a diferencia de otros autores, el mundo que Penelope Fitzgerald construye con cuatro palabras es infinitamente complejo, profundo y rico. Carver será escueto, sí, pero su universo es, en comparación, un cromo.
Desideratus, The red-haired girl, The means of escape y The axe son joyas. Estarán sin duda en las antologías futuras que recojan ejemplos de la mejor escritura del siglo XX.
No es ningún secreto.
A leer y a disfrutar.

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(*) Jan Morris se preguntaba "how is it done?" en su reseña sobre The Beginning of Spring (1988). A. S. Byatt y Michael Dibdin se hacían eco y repetían "how does she do it?" ante la publicación de The Blue Flower (1995) y C.K Stead los copia en 2000 para "The means of escape".
En 2008, Julian Barnes celebraba la edición de las cartas de la autora con este artículo titulado -oh, sorpresa-"How did she do it?"
(Nota: Penelope Fitzgerald es una recomendación de 93bcn. Quedo agradecidísimo a su buen criterio y su entusiasmo por este descubrimiento. ¡Gracias!)
** Autocromos de Paul Sano

En buena compañía: lecturas 2008 de Hermano Cerdo


Breve nota: este humilde blog recomienda lecturas en el especial "Las Lecturas de 2008" de Hermano Cerdo.
Es un placer compartir espacio con tan ilustres blogueros y escritores.
¡Felices lecturas!

16 de diciembre de 2008

Graham Greene en la recta final: The Captain and the Enemy

Aquí hay tela que cortar: un buen día, hace años, un hombre misterioso apareció en el colegio del narrador y se lo llevó. Al parecer, el padre del niño y el hombre misterioso se habían apostado al chaval al backgammon, o tal vez al ajedrez. El niño, encantado, se fue con el hombre a aprender de qué iba la vida en Londres. Y la vida iba de omisiones, silencios, personas que se inventaban identidades, traiciones, maldad, heridas y, sobre todo, mentiras. Mentiras muy gordas.

"Oh", pensamos, "esto es una educación sentimental". Y si somos todavía más pedantes, pensamos: "esto es, ¡oh!, un Bildungsroman".
Pues sí, lo es.

The Captain and The Enemy está dividida en cuatro partes. Las tres primeras son el relato del narrador, que intenta desentrañar mediante la escritura los misterios que ha visto y vivido: ¿quién es The Captain? ¿a qué se dedica? ¿qué relación tiene con Liza? ¿qué pasa con su propio padre? ¿qué pasó con su madre? ¿qué es el amor? ¿qué ha aprendido de los adultos?
El manuscrito del narrador es fragmentado y poco fiable, pues la escritura no parece ser el mejor medio de intentar aprehender los enigmas del amor y la identidad. Pero el narrador (que ha perfeccionado el arte de la mentira en su profesión de periodista) sigue intentándolo. La segunda parte corrige a la primera, y la tercera a la segunda. La cuarta es una chapucilla, con todos los respetos: un narrador externo sale de la nada y, a toda prisa, ata un par de cabos. No es que todo hubiera sido un sueño, pero casi casi. Caída y bajonazo.

Y ahora voy a destripar el argumento de la novela:
Victor Baxter sale del colegio con The Captain (también llamado Roger, Señor Smith, The Colonel, The Major, etc), directo al sótano de una casa en Londres, donde empieza a vivir con su nueva madre, Liza, y bajo un nuevo nombre, Jim. Poco a poco, sabemos que el padre del niño dejó embarazada a Liza y la obligó a abortar en una operación que la dejó estéril. El padre era, a ojos del niño, el mismísimo diablo, y su nueva vida como hijo adoptado le resulta relativamente cómoda: tiene casa y comida, y no va al colegio. Todo bien.
The Captain va y viene, desaparece, envía dinero, y Liza, mientras tanto, le espera. Lo que no se cuenta (las ausencias, los silencios, la falta de emoción) dibuja una relación de amor profundísima, que el niño no entiende. Aprende las formas frías y crueles con que se comportan los adultos a su alrededor, y con esa educación forja su identidad. Ya es alguien: es una sanguijuela.
The Captain le ha regalado un hijo a Liza, pero a cambio espera que éste la cuide en sus ausencias. Cuando el niño crece, se lanza al mundo, traicionando a Liza y traicionando al Captain, que no sabe nada de esta puñalada. Y, por supuesto, llega la tragedia.
Liza muer, dejando atrás cartas que el narrador no debería leer. Pero las lee, y relee también el manuscrito que constituye la primera parte. Liza lo ha leído, lo ha conservado y lo ha enmendado, añadiendo que The Captain era un buen hombre, y eso basta.

(Esto es material literario inflamable. Cartas, manuscritos, un narrador cabrón y mentiroso, una historia de amor en los márgenes y sentimientos de profundidades teológicas. Nos zambullimos en la tercera parte sin aliento, y seguimos al narrador hasta Panamá).

Panamá. Vamos a buscar al Captain y a conocerlo a fondo, pero no de cualquier manera: el narrador ha aprendido a mentir, y le cuenta al Captain que Liza está viva. Enferma, sí, pero viva. Cuando el Captain esté suficientemente hundido, le contará la verdad para que hable de una vez. Y, llegado el momento, se la tira a la cara como si fuera ácido sulfúrico.
Ante la noticia, el Captain se suicida/sacrifica, y el narrador recibe lo suyo. No tiene pasado ni futuro, está solo y amenazado. Ha aprendido de los adultos las artes de la mentira y la traición pero no ha conocido ni conocerá nunca el motivo que las justifica: el amor.
¿Y qué sabe él del amor?
Antes de morir, Liza había enviado una carta al Captain, que el narrador intercepta. Antes de morir, el Captain deja una carta al narrador.
"The two unread letters in my pocket weighed on my mind, and as soon as I was alone...."
La educación sentimental del narrador termina aquí. Y termina the hard way.

A leer.

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1) Entrevista a Graham Greene en The Paris Review
2) Graham Greene ayudó financieramente a la gran, inmensa, extraordinaria Muriel Spark cuando ésta sufría alucinaciones por culpa del hambre. Ambos son escritores católicos y ambos tratan asuntos morales (la traición, el chantaje, la mentira, la redención, los milagros, el sufrimiento) desde la ficción. Maravillosa entrevista a Muriel Spark en la que nos recuerda -por si alguien lo había olvidado- que la ficción no es una cosa distinta de la mentira: es mentira.
* Fotografía de Craig Persel

12 de diciembre de 2008

Some tame gazelle, de Barbara Pym

Para los coleccionistas de opening lines, ahí va una que juega en Primera División: "The new curate seemed quite a nice young man, but what a pity it was that his combinations showed, tucked carelessly into his socks, when he sat down".

Después de eso, ¿quién es capaz de no seguir leyendo?

El universo de Barbara Pym es reducido, sí, y sus libros son variaciones sobre los temas que toca en éste, su primera obra publicada. Como en otras de sus novelas de los cincuenta, en Some tame gazelle (1950) hay una iglesia, parroquianas voluntariosas de avanzada edad, solteronas, sermones, citas de poesía inglesa, himnos y el clero en toda su jerarquía. Y como en otras de sus obras, nada de trascendencia planetaria sucede a lo largo de doscientas cincuenta páginas. Los conflictos son en apariencia minúsculos y los personajes llevan existencias sin grandes acontecimientos. Pero sabemos desde hace mucho tiempo (Jane Austen, Trollope) que un grupo pequeño de vidas pequeñas alteradas por los pequeños acontecimientos de la vida es un material literario candente si cae en las manos adecuadas.
En decir, que no hay tema banal si el autor domina la forma novelística. En esta novela, una oruga en la coliflor o el tamaño de los calcetines que una solterona teje para un pastor son conflictos principales, y frases como "the congregation shifted awkwardly in their seats" son un clímax. En serio.

El argumento de Some tame gazelle es puro siglo XIX: dos solteronas de pueblo, Harriet y Belinda, llenan las horas dando importancia a lo nimio. Harriet fantasea con cada nuevo coadjutor que llega a la parroquia y Belinda con el archidiácono Henry Hoccleve, de quien lleva más o menos enamorada treinta años. Pero el interés de las hermanas por los hombres es, esencialmente, un hábito del corazón cuyo objeto es indiferente: parece que Mr. Donne, o Ricardo, o Mr. Mold podrían ser igualmente dignos de atención y cariño.
Dos referencias poéticas explican la naturaleza de los sentimentos de las hermanas. Una es el poema de Thomas Haynes Bayly que da título a la novela (Some tame gazelle, or some gentle love / Something to love, oh, something to love!) y la otra es Milton (Calm of mind, all passion spent).

El amor no llega, por supuesto. Las hermanas rechazan sendas propuestas de matrimonio para no ver comprometida su querida soltería, y todo termina en el mismo sitio donde comenzó. Con extraordinaria ironía, Belinda recuerda su himno favorito (God moves in a mysterious way) antes de asistir a la boda con que se cierra el libro. Dios, para ellas, no se ha movido -ni falta que hace.

Belinda was sure that our greater English poets had written much about unhappy lovers not dying of grief, although it was of course more romantic when they did. But there was always hope springing eternal in the human breast, which kept one alive, often unhappily...it would be an interesting subject on which to read a paper to the Literary Society, which the Archdeacon was always threatening to start in the village.
Cualquier lector interesado en la novela como forma literaria y en la lectura como placer gozará con Barbara Pym: sus novelas son redondas, impecables, equilibradas, maravillosas.

28 de noviembre de 2008

A glass of blessings / Los hombres de Wilmet, de Barbara Pym

La historia de Barbara Pym es conocida: escritora tardía (como Elizabeth Taylor y Muriel Spark), publica varios libros en los años cincuenta. Son novelas relativamente cómicas, perfectas de forma, irónicas e ingeniosas. Son novelas excelentes, y los lectores y los críticos la adoran.

Pero cambian los tiempos y, en 1963, su editor habitual rechaza "An unsuitable attachment". Es una novela tan buena como las anteriores, pero, aparentemente, no parece estar a tono con los gustos del público. Barbara Pym escribe sobre pequeñas tramas en torno a parroquias anglicanas, sobre solteronas y párrocos en los años de posguerra....y los editores quieren libros más "modernos". Prueba suerte con otras veinte editoriales, y veinte vece oye "no, gracias".
Para una autora con seis novelas publicadas a sus espaldas, la hostia debío de ser considerable.

Depresión, silencio literario, vacío....los sesenta y los setenta son su travesía en el desierto, que dura quince años. Enferma de cáncer, logra escribir dos novelas nuevas. Reúne fuerzas para acercarse a su antigua editorial, y portazo de nuevo. Es el fin, o casi.

En 1977, el Times Literary Supplement publica su particular canon de autores infravalorados del siglo XX. Surprise, suprise...Barbara Pym es la única escritora mencionada dos veces: por Philip Larkin y Lord David Cecil). ¿Quién es? ¿Dónde está? ¿Sigue viva? ¿Merece la pena leerla?
Barbara Pym emerge del olvido brevemente para morir en 1980, y fin de la historia.

La fama de Barbara Pym no ha decaído desde entonces. Sus seguidores son legión y se reúnen periódicamente, gracias a la Barbara Pym Society, para tés, conferencias y walking tours siguiendo los pasos de la autora o sus personajes. Así es: existe la Pym-mania.

A Glass of Blessings, publicada en 1958, es una novela en primera persona. Wilmet, narradora, es una mujer en la treintena, bien casada y ligeramente -sólo ligeramente- aburrida. Observa la red de relaciones que se tejen entre sus amigos y sus compañeros de parroquia, e imagina qué hacen, qué secretos esconden y a quién desean. Es, evidentemente, un eco de Emma, de Jane Austen, y, como ella, es un ojo poco perspicaz que ve menos que el lector. Pero Wilmet no es una niña ni una celestina sino una mujer casada de treinta y tantos años.

La novela empieza en la iglesia, con Wilmet imaginando historias sobre las vidas de los demás. Dios obra, y varias tramas se abren al mismo tiempo:
1- Se encuentra en misa con Piers, amigo de su hermana Rowena. ¿Qué hace allí, en una parroquia que no le corresponde? ¿A qué se dedica? ¿Tiene problemas con el alcohol? ¿Por qué no está casado a su edad?
2- La casa parroquial se ha quedado sin asistenta. El Padre Thames habla con Wilmet, que le pregunta si un asistente masculino podría servir: "Oh, any sex, any sex", said Father Thames, wringing his hands. Y Wilmet empieza a sumar dos y dos.
3- En el ministerio donde trabaja el marido de Wilmet acaban de despedir a Mr. Bason, un chico un poco raro aficionado a la cocina.
La intensidad dramática de las tramas basta para poner a Wilmet en marcha: "I reflected that perhaps that very evening an opportunity might occur for me to do something that would give me a glow of virtue, and as it turned out I was not far wrong".

La novela se pone en marcha, y a mediados del capítulo cuatro ya está llena de promesas. Sabemos que Rowena está casada con Harry, que parece seguir enamorado de Wilmet. Sabemos que Wilmet está dejando que Piers intime con ella. Sabemos que Mr. Bason parece ser perfecto para el puesto en la casa parroquial. Y sabemos que un nuevo párroco, guapísimo, ha entrado en escena. Atención: se llama Marius Lovejoy.

De ahí hasta el final, disfrutamos de un desarrollo del material absolutamente perfecto: todos los personajes son relevantes y ricos, los giros son pertinentes, las tramas secundarias entran cuando deben, y los elementos que los provocan (una cajita, una carta de amor leída a través de un pancake, un huevo Fabergé robado, una casulla) arrojan sobre la historia la ironía precisa para que no olvidemos que estamos leyendo una historia de una mujer que sueña con el amor -propio o ajeno- como entretenimiento y no como deseo: "April was balmy and delicious, and cruel in the way the poet did mean, mingling memory and desire. The memory was of other springs, the desire unformulated, unrecognized almost, pushed away because there seemed to be no place for it in the life I had chosen for myself".

A disfrutar.
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Fotografías de Risaku Suzuki

18 de noviembre de 2008

La polilla y la herrumbre, de Mary Cholmondeley

Material de primera desde el principio: "No acumuléis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban", dice el vicario. Janet y Anne escuchan y se aplican la enseñanza. Son dos mujeres, son dos personalidades distintas, son dos maneras de entender el amor, y nos vienen a la cabeza inmediatamente "Middlemarch", "Hijas y esposas" y otras muchas grandes novelas del XIX con parejas de mujeres ante el amor. El tema tiene enjundia; nos frotamos las manos.

Pero estamos en 1912 y esta novela parece ser otra cosa desde el principio. En el capítulo III -tras la escena de Janet y su prometido junto al arroyo, contemplados por Anne- no nos queda duda: esta novela es otra cosa. Giro en el IV -magistral preparación del terreno para lo que Janet significará a partir de entonces- y nuevo giro en el V. Estamos en una cota de suspense, sorna, ternura y delicadeza cuando (¡más difícil todavía, señores!) entra el asunto central de la novela: un dilema moral. Y con esto hay varias pelotas en el aire.

No es posible decir más sin desvelar la trama. "La polilla y la herrumbre" es una novela magnífica, tocada por gracia, perfecta en su equilibrio y en su tono. Si nuestra labor como lectores es gozar de lo específico en cada obra, debemos reconocer que ésta sobresale por una cualidad rarísima de encontrar: la de tratar cada asunto según su clave (lo cómico en clave cómica, lo serio en serio, lo tierno con ternura, etc) y tejerlos juntos en una trama impecable, elegante y aparentemente -huelga decirlo- effortless.
A leer.


8 de noviembre de 2008

A world of love, de Elizabeth Bowen


Tres notas -literalmente- sobre el contexto:

En 1954, cuando Elizabeth Bowen escribe "A world of love",
a) Europa está en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial,
b) la autora acaba de enviudar de Alan Cameron, muerto en agosto de 1952,
c) Bowen's Court, la mítica residencia en el campo de la autora (por la que parece haber pasado todo el mundo en las décadas centrales del siglo, desde Eudora Welty -perfecta- hasta Carson McCullers -borracha-), es ya una ruina económica condenada a la venta.
Pero "A world of love" no es, por supuesto, un roman à clé, y el contexto arroja sombra sobre la trama de la novela precisamente así: como una sombra.

"A world of love" es la primera de las tres últimas novelas de Bowen y forma, junto con "The little girls" y "Eva Trout", un tríptico de novelas radicalmente esquivas, elípticas, enigmáticas....por usar un término Bowen, "farouche at their most".

Bowen parece anunciar aquí: ya os he acostumbrado a personajes, motivaciones y tramas llenas de oscuros gaps; vamos ahora a inventar formas novelísticas igualmente arrítmicas.

¿Qué narra la novela? Es junio en Montefort, una casa en el campo en Irlanda. Hace calor, el tiempo se ha detenido y en la casa conviven, unidos por un arreglo económico chapucero y por otros vínculos que no puedo revelar, la joven Jane y su hermana Maud, Fred y Lilia (padres e inquilinos/guardeses de Montefort) y Antonia (dueña de Montefort). Jane tiene veinte años y curiosidad, ansia por conocer cómo es esa Great Thing que los adultos parecen conocer, anhelar y negar. Un día, Jane encuentra en el desván una serie de cartas que Guy, un antiguo prometido de Lilia caído en la Primera Guerra Mundial, escribió hace tiempo. Son cartas de amor sin destinatario.
Jane lee las cartas y, literalmente, trae al presente el fantasma de Guy.
Jane, con una torpeza semejante a la del personaje de Portia en "The death of the heart", se lanza al conocimiento del amor. Quiere saber y quiere experimentar. Quiere preguntar y pregunta demasiado: ¿A quién iban dirigidas esas cartas? ¿A quién pertenecen? ¿Qué sucedió exactamente? El pasado, con sus agujeros y sus enigmas, vuelve a los adultos de Montefort.
En una trama secundaria, Lady Latterly, dueña de una mansión vecina en cuya mesa siempre hay un plato servido para Guy o su fantasma, se encapricha de Jane y la invita a sus fiestas, dispuesta a proporcionarle los medios necesarios para que viva lo que ha aprendido en las cartas encontradas en el desván.
Y así sucede, pero fuera de las páginas de la novela, que se cierra con Jane en el umbral.

Como escribió la propia Elizabeth Bowen sobre este libro, "You can see why it's deliberately such a short book. It's on the periphery of a passion -or, the intensified reflections of several passions in a darkened mirror."

12 de octubre de 2008

Richard Yates

Parece que ahora toca descubrir a Richard Yates porque han hecho película de Vía Revolucionaria; y ya corren las mentiras.

1- Primera mentira: el autor olvidado.

Verdad: Desde que en el año 2000 Richard Ford escribiera un epílogo para una nueva edición de Revolutionary Road, la suerte editorial de Yates es buena, buenísima, envidiable. Con la publicación de su obra completa en Methuen, entre alabanzas de escritores indiscutibles, su nombre había vuelto a la luz. Quien diga que Yates es hoy día un autor olvidado es que se ha quedado a vivir en 1990.

2- Segunda mentira: el autor definitivo de la American suburban life.

Verdad: Cuando Yates publica Revolutionary Road, en 1961, la desesperanza suburban es un asunto ya manoseado hasta en la cultura popular. Los best-sellers de Sloan Wilson (The man in the grey flannel suit -1955, con película de Hollywood al año siguiente-, The summer place -1958- y A sense of values -1961-) recogen los elementos temáticos a los que luego recurrirá Yates sin añadir ni uno nuevo: divorcio, adulterio, vidas ahogadas bajo las apariencias, alcoholismo, locura, la herida de la Segunda Guerra Mundial, desolación, inadaptados, sueños rotos, etc. Es The Age of Anxiety y todo el mundo se ha enterado.

Yates llega tarde y se toma en serio un tema que Cheever ya estaba trabajando en clave de parodia con tintes líricos y cómicos ("The Wapshot Chronicle", 1957) y que autores de otro género habían asimilado completamente (los relatos de Shirley Jackson "My life with H.R. Macy", "Elizabeth" y "The beautiful stranger", de 1949, son viñetas perfectas de personajes destruidos por la ansiedad urbana en versión terror).

Pero Yates parece decidir que el tema tiene principalmente características trágicas y que -en consecuencia no lógica- debe tratarse en clave de melodrama. Y eso hace durante veinticinco años en varias novelas que escribe entre divorcios, crisis de locura, simas alcohólicas, sueños rotos y otros episocios propios de sus personajes.

3-Tercera mentira: el autor injustamente relegado.

Verdad: En el ranking de su tiempo, Yates está por detrás de autores como Cheever, con el que es comparado a menudo, porque su mundo es más pequeño y su visión más pobre. Sus novelas son perfectas en lo técnico según un modelo narrativo antiguo, pero tal vez no vayan más allá. Es cierto que es un escritor agudo -aunque no imaginativo- y que sabe novelar magníficamente ciertos aspectos de la realidad. Es también cierto que sus libros, uno a uno, nos sobrecogen, pero el conjunto de su obra en perspectiva no ilumina el mundo (ni en su momento ni ahora) como lo hacen autores de más talla. No hay disonancia, no hay contradicciones. Yates parece sacrificar en sus novelas cualquier elemento argumental que pudiera contradecir su visión previa del tema, y esta carencia -o esta timidez- lastra el conjunto.

Colocar a Yates en primera fila implicaría negar que la literatura es -además de crónica-experimentación, búsqueda y profecía.

4- Y una verdad: leer cualquier novela de Richard Yates (excepto "The good school", que hace aguas por todas partes) es un placer. Young hearts crying y The Easter Parade son tan buenas como como Revolutionary Road, y las demás son mejores que la mayoría. Pero a partir de la tercera novela, el sabor de boca empieza a ser más pastoso. Sus libros no se ayudan entre sí. El conjunto de su obra es menor que la suma de las partes.

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* Artículo sobre datos y detalles de la fortuna editorial de Yates en este artículo del Boston Review.
** Fotografías de William Eggleston

10 de octubre de 2008

My sister, my love, de Joyce Carol Oates

Podemos enterarnos ahora o podemos esperar diez años hasta que alguien nos lo cuente, pero es probable que "My sister, my love" (2008) marque el fin de la posmodernidad como género literario.

Esta novela es una sátira posmoderna, entendiendo este término en dos direcciones:
-sátira en clave posmoderna sobre el entorno de una niña asesinada
-sátira en clave posmoderna sobre la novela posmoderna como género.

¿Qué tenemos en "My sister, my love"? Un narrador molesto, redicho, enfermo y disfuncional que decide contar la historia de la destrucción de su familia y de sí mismo antes y después del asesinato de su hermana menor. Un narrador consciente del papel del narrador en la literatura posmoderna. Un narrador cuya voz es la jerga de la posmodernidad, exagerada y vacua.

La apuesta intelectual más fuerte de Joyce Carol Oates en esta novela es -claramente- la elección de este narrador para mostrar una idea radical y certera: que la posmodernidad empezó siendo experimentación, se popularizó como género literario y pasó al habla y el pensamiento de todos nosotros como cliché. Es decir, que la posmodernidad ha hecho un trayecto largo y no da más de sí. Fin.

¿Y cómo es la novela? Voluntariamente pesada, hinchada, repetitiva, farragosa, irritante, hiperbólica en el uso de los recursos literarios posmodernos, ridícula, arriesgada....una lectura desagradable, sí, pero divertidísima y audaz vista en perspectiva.
Hay -como es de esperar en una obra posmoderna- una novela dentro de la novela, juegos tipográficos, miles de notas a pie de página, maravillosas citas falsas, reiteraciones ad nauseam, cartas y mensajes, cabos sueltos, omisiones y violaciones constantes del código de la verosimilitud, con efectos muy cómicos. Si bien es cierto que la novela posmoderna de Barth, Barthelme o Coover quería ser lúdica, también era muy pedante, como una broma sin gracia entre catedráticos viejos. Su parodia, aquí, nos revela que la posmodernidad, como género, era bastante grotesco.

¿Qué historia cuenta? My sister, my love es la trasposición a ficción de la historia de JonBenét Ramsey, la "niña Miss" asesinada en 1996, del furor sensacionalista desatado por su muerte y de la aniquilación de su familia, miembro a miembro, en los diez años siguientes. Padre, madre y hermano caen en sus respectivos pozos hasta que, hacia el final de una novela, cierta confesión aclara -o podría aclarar- parte del crimen.

¿Qué es esta novela en relación a otras obras de la autora? Un eco de them (1969), que también narraba cómo un personaje a merced de la violencia y la destrucción encontraba una voz prestada de la literatura para narrar su vida sin sentido. Una aportación fresca a los debates sobre la literatura como tradición y sobre los géneros. Una pieza más de la carrera literaria de más calado y amplitud de los últimos cien años en EEUU.

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Artículo de Joyce Carol Oates sobre el asesinato de JonBenét Ramsey como nuevo tema del género literario "true crime mystery":
http://www.usfca.edu/~southerr/jonbenetmystery.html
** Dibujos de Henry Darger

21 de junio de 2008

The Little Girls, de Elizabeth Bowen


Al parangonar la radical inventiva de Bowen con la de otros autores del siglo XX, no está de más citar a su biógrafa Victoria Glendinning: "Bowen is to be spoken of in the same breath as Virginia Woolf, on whom much more breath has been expended", y perdón por el agravio comparativo.
"The Little Girls" (1963) está entre las obras más notables y difíciles de Bowen.
El argumento es aparentemente sencillo, pero está lleno de trampas.

Parte 1- Dinah, una viuda levemente excéntrica recuerda que, de niña, justo antes del comienzo de la I Guerra Mundial, enterró con dos amigas una "cápsula del tiempo" en la finca del colegio donde estudiaban. Ninguna de las tres niñas (las "little girls") reveló a las otras qué objeto había elegido para el futuro. De pronto, a Dinah le resulta imperioso que las tres vuelvan a reunirse, y se reúnen. Son personajes extremos, de farsa. Intuimos que en 1914 se forjaron dramas que cada una de las tres ha digerido (o no) de distinta manera.

Parte 2- Viajamos al pasado. Las niñas tienen once años y planean enterrar la caja. El carácter y las circunstancias de cada una de las little girls determinarán -intuímos- su destino. La presentación del momento vital es fragmentada y confusa, exactamente como la percepción de las niñas. La caja es enterrada. Atención a los secundarios.

Parte 3- Viajamos al futuro. Todo lo que ha sucedido entre 1914 y el presente ha estado enterrado, como la caja. Para Dinah, según descubrimos de manera inicialmente grotesca y después dramática, el tiempo se ha plegado. Ciertas alianzas entre las tres "little girls" (ahora "grown-ups") se establecen de manera irrevocable. El vínculo que unió dos veces en la vida a estos tres personajes es minúsculo y ridículo, como la esencia de muchas existencias -posiblemente de todas.

La lectura de esta novela es ardua por cuatro motivos:
-la presentación fragmentaria de la historia. Como es habitual en Bowen, las escenas que hacen avanzar la trama están omitidas.
-el lenguaje es característicamente difícil. Se decía de Bowen que, de repente, en medio de una frase, "she simply took off". Y es cierto: el gusto por la palabra menos habitual es aquí un rasgo de estilo que contribuye maravillosamente a la sensación general de extrañeza.
-la forma de la novela está ajustada estrictamente a la visión de los personajes principales, sin concesiones a las formas narrativas tradicionales.
-la novela se resuelve -artísticamente- sólo en su largo capítulo final, al que se llega después de 250 páginas de desorientación. Es una apuesta a doble o nada, pero ¿alguien duda de que Bowen gana siempre?


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Cápsulas del tiempo y una maravillosa historia del futurismo como género artístico en:
http://davidszondy.com/future/timecapsule/timecapsule1939.htm

28 de mayo de 2008

Eva Trout, de Elizabeth Bowen


Eva Trout es una novela extraña, extrañísima: es un enigma. Elizabeth Bowen, escritora que sólo se parece a sí misma, la escribió en 1968 y murió cinco años después. Fue su último libro y un ejemplo magnífico de que a veces, sólo a veces, el paso del tiempo no merma la libertad y la valentía de los artistas libres.

¿De qué trata Eva Trout? En un nivel superficial, es la historia de Eva, un personaje sin rasgos que toma posesión de una herencia millonaria, de sus intentos por encontrar una identidad (o algo que se le parezca), y de las consecuencias que esa búsqueda tiene en las vidas de los demás en un plazo de ocho años. También es la historia del resto de personajes, rapaces en mayor o menor medida, y de los trastornos que sufren al entrar en contacto con Eva, que no se deja aprehender, resumir ni dominar.

Pero, como en los poemas, tema y esencia son una misma cosa en esta novela. Hay que leerla.

¿Qué es Eva Trout?

Una cima de la corriente literaria según la cual arte y artificio son una misma cosa. Una novela que transcurre en estado de gracia. Un juego de magia intelectual que consiste en desvelar un acertijo capa tras capa (y las capas son un lenguaje elevado y elusivo –mucha voz pasiva, formas verbales no personales, vocabulario inusual-, una trama que escamotea la narración de los momentos climáticos y unos personajes inasibles), para descubrir que, al final, el objeto encontrado es esencialmente, irreductiblemente misterioso. Una reinterpretación en clave burlesca del tema de la identidad –esa obsesión cultural del siglo XX. Un reto para el lector. Un libro adictivo. Una gozada.

Elizabeth Bowen (1899-1973) escribió mucho a lo largo de una prodigiosa carrera literaria de cincuenta años. Incomparable en estilo y en visión artística, Elizabeth Bowen podría estar en la cadena que une a Henry James con Ivy Compton-Burnett y a ésta con Henry Green y a éste con Muriel Spark (a quien Bowen ayudó a publicar con Knopf en Estados Unidos, por cierto).

Alegrémonos y empecemos con cualquiera de sus libros, algunos muy notables, otros simplemente extraordinarios: The death of the heart, The heat of the day, The house in Paris, The last September, The little girls, A world of love, la antología de sus relatos y, por supuesto, Eva Trout.

Un fragmento:

“Anybody looking in at a window –though who should?- would have seen how fire transformed the room, had he known it any other time. The piled-up driftwood now it had caught alight was burning ethereally, excitably, with a brandy bluishness. The fire was fed: as spar after spar fell in, incinerated and glowing, in were flung more. There was something devotional about this attendance upon the fire by the two persons crouched on the rug in front of it. They seemed unified, and not by their awe of the element and their task only. The zestful blaze, which was still so youthful that it illuminated rather than warmed the hearth, played on two primitive faces not far apart. Now and then hands collided, or shoulders touched”.

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Elizabeth Bowen atribuía su preferencia por el carácter artificioso de la literatura a su origen irlandés: “ To most of the rest of the world we are semi-strangers, fro whom existence has something of the trance-like quality of a spectacle. (…..) Art is for us inseparable from artifice…” Pictures and Conversations, citado por Victoria Glendinning en su biografía de Elizabeth Bowen.

*Fotografías de Francesca Woodman

9 de mayo de 2008

Los niños, de Edith Wharton

Estamos acostumbrados a ver a Edith Wharton vestida como en 1880 y quizá olvidamos que escribió toda su obra literaria en el siglo XX y que es compañera de generación de, por ejemplo, Joyce, Freud, Virginia Woolf o Robert Musil. Cuando muere, en 1937, Proust ya “estaba de moda hasta en los círculos menos capacitados para leerle”, y Claude Simon y Julien Gracq (ambos recién fallecidos) estaban a punto de empezar a publicar libros.

Los niños (1928) es una novela muy seria y muy precisa, sin adornos ni ironía, que narra las vacilaciones de Martin Boyne, ingeniero norteamericano de cuarenta y seis años, en una encrucijada vital. La trama, en líneas generales, se plantea así:

Martin Boyne viaja a Italia, donde piensa encontrarse con la mujer que ama: Rose Sellars. En el barco, y por casualidad, conoce a un grupo de siete niños que resultan ser hijos e hijastros de unos antiguos conocidos de Martin, los Wheater. Destacan Terry, un niño enfermizo y sensible, y Judy, la mayor de todos: una niña de quince años que se ha erigido en madre de los demás. Los niños son ricos y salvajes, maleducados y nómadas, y solicitan la ayuda de Martin para que “haga algo” por ellos. En sólo dos escenas (una excursión a Monreale y la súplica de Terry), Martin queda comprometido con el futuro de los niños. Hará algo.
E intercede ante el matrimonio Wheater en cuanto el barco atraca en Venecia, aunque sin éxito. Los Wheater son imposibles y frívolos, y los niños parecen condenados a un futuro igualmente errático; pero Martin no puede quedarse. Debe ir a las puras cumbres de Cortina d’Ampezzo, donde su amada Rose Sellars, buena, comprensiva, elegante y perfecta, le espera en un refugio lejos del tiempo, el espacio, la vulgaridad y los hijos malcriados de los horribles nuevos ricos.

Y esto es sólo la primera de cuatro partes. Martin huye a las montañas y los niños huyen detrás. El resto de la acción sucede a los pies del monte Cristallo, durante un largo verano al final del cual se resuelven los conflictos fundamentales de la novela:

1- El futuro de los niños.
2- La relación entre Martin y Rose.
3- La relación entre Martin y Judy.
4- El paso a la madurez de Martin.

Nada más respecto al argumento, que avanza controladamente hasta el desenlace, en París, y el demoledor epílogo en Biarritz, bajo la lluvia, con un personaje que mira a otro a través de un cristal.

Edith Wharton domina el material literario de “Los niños” con absoluta firmeza y frialdad. Está en la cima de su carrera, muy alejada de la influencia de Henry James, y ya ha escrito varias novelas perfectas en forma y tono. Aquí se ciñe a una historia moderna (hay divorcios, actrices de cine, millonarios y gigolós) pero presentada según presupuestos del realismo de tipo psicologista del siglo XIX: la novela describe los acontecimientos sólo en relación al impacto que tienen en la mente de Martin a través de un narrador neutro, invisible, cercano al protagonista....casi una primera persona narrada en tercera persona.

No hay -no hace falta- ni un truco ni un respiro ni una sonrisa del autor al lector. Edith Wharton elige unos recursos literarios escuetos y efectivos y los maneja con mano de hierro durante cuatrocientas páginas.

Y nosotros, encantados, leemos hasta el final esta magnífica novela parando de vez en cuando para quitarnos el sombrero.

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La cita sobre Proust está sacada de la autobiografía de Wharton, "A backward glance" (1934).

The Mount fue la casa de Edith Wharton durante la primera parte de su vida. Sobre The Mount como ejemplo del neo-renacimiento arquitectónico en EEUU:
http://xroads.virginia.edu/~MA01/Davis/wharton/home/home.html
(copia y pega en el navegador)

The Mount corre el grave peligro de cerrarse al público para siempre por falta de fondos. Dona para evitarlo, y dona deprisa:
http://www.edithwharton.org/index-main.php
De lo contrario puede acabar como la mansión Wyndcliffe, en esplendor cuando la visitaron Henry James y Edith Wharton. Ahora está así:
http://www.hudsonvalleyruins.org/yasinsac/wyndcliffe/wyndcliffe.html

Todo, todo, todo sobre Edith Wharton en:
http://www.wsu.edu/~campbelld/wharton/index.html
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** Autocromos de Van Besten y de Charles Corbet

5 de mayo de 2008

Inutilidad, de William Gerhardie

Edith Wharton, que vendía novelas como una máquina, leyó "Inutilidad", de William Gerhardie durante un viaje en tren. Se río, lloró y disfrutó tanto con el libro que decidió prologarlo para “hacer partícipe del placer de su lectura al mayor número de lectores”. Podríamos pensar que gracias a su recomendación tenemos esta novela entre manos, pero no es del todo cierto: la lista de admiradores de Gerhardie incluye a Katherine Mansfield (que dijo de este libro: "está vivo...sigue respirando cuando uno lo deja”), a Evelyn Waugh (“yo tengo talento, pero Gerhardie tiene genio”) y a Graham Greene (“para nuestra generación fue el novelista más importante”).

Y basta de name-dropping. Al grano.

Esta novela tan extraña y sutil (tan “moderna”, según Wharton) comienza con un narrador medio inglés que ve zarpar un barco con destino a Shangai. En el barco viajan Nina, Sonia y Vera, hermanas, rusas, muy rusas, rusísimas. El narrador decide poner por escrito sus recuerdos de la extraña familia Bursanov, pero se encuentra con un material amorfo e incomprensible, con el “vasto mar de la vida rusa”. Y ya tenemos aquí el Gran Temazo: arte y vida. Si plasmo la vida tal cual es, me sale un libro deslavazado. Si la transformo en una novela, ¿podré reflejar la esencia última y específica de mi experiencia? Es un material irresistible con el que llevamos disfrutando dos mil años, y otros tantos que vendrán.

Eso se pregunta el narrador, que, sin dejar de dudar, plasma la historia de Nikolai Vasilievich y su inmensa familia de parásitos, unidos ante la esperanza de la gran fortuna que unas minas lejanas prometen producir. Pero las vidas de esta red de personajes sentimentales, pasivos, fatalistas e imprácticos no son novelescas: son lentas y fútiles, escurridizas, y así ha de ser la ficción que las recoja.

¿Podemos hacer algo para salvar el alma rusa? Muy poco. En una escena maravillosa al final de la primera parte, el narrador intenta enderezar los destinos de todos los Bursanov (y acólitos), y les presenta un esquema que les sacará de la apatía: tú a trabajar, tú te divorcias, tú te casas, tú te vas....Es el retrato de dos razas, la inglesa y la rusa, “tal y como se ven la una a la otra” (Wharton). El inglés, estupefacto; los rusos, encantados con su abulia. Esperan y esperan. Esperan y esperan. Esperan y esperan. Están –cronológica y conceptualmente- entre Chéjov y Beckett.

Y así pasa el tiempo, y así llega la Revolución. La red de parásitos es insostenible, y el espejismo de riqueza que prometían las minas parece cada vez más evanescente. Cambia el escenario y continúa la espera. Pero, cuidado: la vida podría comenzar en cualquier momento. O quizá no.

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* Fotografías de Ruth Van Beek

Edith Wharton publicó en 1903 un artículo titulado “The Vice of Reading”. Que se aparten los impostores y los advenedizos, pues "it is the delusion of the mechanical reader to think that intentions may take the place of aptitude".

El texto completo, aquí:
http://etext.lib.virginia.edu/toc/modeng/public/WhaRead.html


22 de abril de 2008

Guarda y tutela, de Henry James

Estamos de enhorabuena: Henry James sigue publicando.

Esta vez es su primera novela, Watch and Ward (“Guarda y tutela”), de 1871, recién traducida al castellano. El Atlantic Monthly, cuyo director era entonces William Dean Howells, publicó la novela por entregas.

Hasta su punto álgido, a partir del cual no debemos revelar nada, la historia se trenza con los siguientes hilos:

-Roger Lawrence, rico, soltero y con el corazón endurecido por un desengaño amoroso, puede ayudar y no ayuda a un hombre desesperado, que se suicida pocas horas después. Deja tras de sí a la huérfana Nora, una niña de doce años que Lawrence adopta. El corazón de Lawrence se abre. Su objetivo a partir de entonces es educar a Nora y convertirla en la mujer perfecta. Por cierto, Lawrence se ha enamorado de la niña.

-Nora crece, el peligro acecha. Cuando cumple dieciséis años, un (¿supuesto?) pariente lejano, un listo de clase muy baja, aparece con un plan: seducir a la niña, cuya dote será un filón. Es la primera fractura entre Lawrence y su pupila, y afloran las preguntas de fondo de la novela: ¿es Nora demasiado incauta? ¿sabrá Lawrence educarla para que reconozca la duplicidad de intenciones en las personas sin matar su inocencia? ¿podrá exponerla al mundo sin perderla? ¿existe el riesgo de que, pese a los esfuerzos de Lawrence, la niña esté predestinada a tender siempre a un mundo más bajo, criminal? ¿será fuerte la llamada de la sangre?

-Siguiente amenaza: Hubert Lawrence, primo de Roger, aparece. Es párroco. Su moral podría ser más firme, pero es un joven encantador, y la niña cae fascinada. Juntos como amantes dentro de un coche de caballos comparten varias bandejas de pastitas mientras la lluvia golpea los cristales. Ella está a punto de marchar a Europa durante un año. Él se encarga de llenarle la cabeza de recuerdos románticos.

-La niña parte a Europa con Mrs. Keith. ¿Quién es Mrs. Keith? La mujer que en el pasado rechazó las atenciones amorosas de Roger Lawrence, con quien ahora está en buenos términos. Viuda y conversa católica, se presta a acompañar a la niña en su viaje iniciático a Roma por amistad hacia Roger.

Y aquí hay tres adultos (Roger, Hubert y Mrs. Keith) que empujan a una niña al abismo. Sabemos que Europa para Henry James significa aguas profundas y muy, muy turbias, tal como Hubert advierte a Nora: “Para una jovencita, no es precisamente beneficioso viajar a Europa...Aquí es como si tuvieras los ojos vendados”.
Pero la mandan a Roma, cada cual esperando su beneficio.

Y este es el punto a partir del cual no revelaremos más.

La novela, que tradicionalmente se pasa por alto en la bibliografía de James (pues se toma como primera obra importante “Roderick Hudson”, cinco años posterior), es precisa y eficaz, y su lectura es un placer para cualquiera que esté familiarizado con los asuntos que Henry James sondea a lo largo de su carrera: el “tema internacional”, el dinero, la pérdida de la inocencia y la perversidad.

Venga, a leer.

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William Dean Howells, editor del Atlantic Monthly cuando James publica “Watch and Ward”, escribió una novela sobre el peaje moral que implica el éxito económico en la América de los primeros magnates. Se llama “The Rise of Silas Lapham” y ha sobrevivido bien al paso del tiempo:
El texto completo está en:
http://www.gutenberg.org/dirs/etext94/silap10.txt

El archivo online del Atlantic Monthly es una mina.
www.theatlantic.com
Reseñas de Dean Howells sobre algunas obras de Mark Twain, la primera crítica de “Las Bostonianas”, etc.

21 de abril de 2008

Life Among the Savages, de Shirley Jackson

Si existe algún pretexto que de antemano aleje al lector moderno de esta novela de Shirley Jackson, será por fuerza de naturaleza extraliteraria.

Es un libro de humor, sí. Es autobiográfico. Es un relato alegre sobre la maternidad y el caos doméstico. Hay niños, gatos, perros, papillas, Santa Claus, pasteles y coches que no arrancan. Extractos de este libro se publicaron en revistas femeninas de mucha tirada. Es la lectura fácil, maravillosamente amena, que un profesor de inglés podría recomendar a sus alumnos.
¿Y qué?
Por encima de cualquier excusa está el compromiso con el placer de la lectura, que esta novela de Shirley Jackson proporciona en cantidad.

Shirley Jackson escribió Life Among the Savages en 1953, cuatro años después del pequeño escándalo que desencadenó la publicación del relato The Lottery en el New Yorker (la historia, recogida en antologías desde entonces, narra los preparativos de la lapidación de una mujer por sorteo a manos de sus paisanos). Hasta su muerte en 1965, Jackson publicó varias novelas y relatos magníficos que tradicionalmente son considerados de horror/suspense y que, por supuesto, son más que eso. Mucho más.

En Life Among the Savages también hay tesoros por debajo de la anécdota. El libro narra, con una estructura de episodios más o menos independientes, las pequeñas historias de una familia formada por dos escritores y sus niños (uno al principio, cuatro al final) en una casa de pueblo en Vermont, a la que se tienen que mudar cuando el alquiler de su apartamento en la ciudad expira. Hay momentos magníficos, del mejor humor, en la trama de la novela, como la disquisición sobre el funcionamiento en listas lógicas de la mente femenina o la noche con gripe narrada en clave de acertijo. Pero el gran regalo literario de la novela está en los márgenes, y se aprecia retrospectivamente: es el retrato –por omisión- de los padres, sobrepasados, incapaces, pasivos, a merced del azar y el desastre doméstico.

A disfrutar.

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Entrevista a Judy Oppenheimer, biógrafa de Shirley Jackson. Cotilleo literario sobre el escándalo de la publicación de The Lottery, la vida familiar de la autora, su reputación de bruja, etc. (en audio):

http://wiredforbooks.org/mp3/JudyOppenheimer1988.mp3

Texto del relato The Lottery, 1949:
http://jackson.classicauthors.net/lottery/

Muchos de los mejores escritores en lengua inglesa de los últimos ochenta años han publicado en The New Yorker

*Fotografías de Nickolas Murray

"Wild Nights!" de Joyce Carol Oates

Wild nights! es la última colección de relatos de Joyce Carol Oates: cinco ficciones publicadas en distintas revistas entre 2004 y 2007 y reunidas en este volumen bajo el subtítulo “the last days of Poe, Dickinson, Twain, James and Hemingway”, lo cual no es completamente exacto. Sin embargo, un debate sobre la precisión con que se pueda ajustar el subtítulo del libro a su contenido no tiene importancia: lo que interesa es que tenemos entre manos unos buenísimos relatos de humor macabro protagonizados por cinco gigantes de la literatura.

1) Poe Posthumous es un diario que Edgar Allan Poe comienza a escribir el siete de octubre de 1849, día en que muere en Baltimore. En este diario póstumo (literalmente), Poe recoge su estancia en el faro de Viña de Mar, donde ha sido enviado como sujeto de un experimento sobre los efectos del aislamiento extremo en el homo sapiens. Y lo que comienza como una estancia solitaria y meditativa en compañía de su perro Mercury se convierte poco a poco en un delirio. Poe ha encontrado, después de muerto, su Kingdom by the Sea. Y es, por supuesto, una pesadilla sobre las alucinaciones (poéticas y científicas) de su siglo.

2) Una pareja burguesa y aburrida compra una replicante de Emily Dickinson en EDickinsonRepliLuxe. Quieren una figura cultural que eleve sus vidas, y Emily Dickinson parece ser perfecta: es modesta, tranquila y hacendosa; es célebre sin ser vulgar y despierta en la esposa, que la recibe como a una hermana, cierta vena pseudoartística. Pero, ¿está el matrimonio preparado para soportar la presencia de la poesía en su propia casa? ¿Son capaces de asumir que el corazón del hecho poético es, esencialmente, un enigma?

3) Grandpa Clemens & Angelfish es la historia del viejo verde Samuel Clemens (Mark Twain) y su colección de niñas. En los últimos años de vida, Clemens creó un “Acuario”, sociedad secreta para niñas de entre diez y dieciséis años con sensibilidad, educación e inclinaciones artísticas. Clemens, deprimido por la muerte de su esposa y dos de sus hijas, busca consuelo en la compañía de sus nietas adoptivas, sus “peces-ángel”, a las que adora, protege y guía.

4) Y aquí otra bomba: The Master at St. Bartholomew’s Hospital. Henry James encuentra el paraíso unos pocos años antes de morir, entre mutilados de guerra, y nosotros nos acercamos a la naturaleza de la herida “horrible y oscura” cuyas consecuencias arrastró toda su vida. El relato es, como se espera, irreverente y verosímil. Hay metralla, amputaciones, letrinas, una enfermera estricta y un autor humillado y feliz. No cuento más.

5) Papa at Ketchum es, quizá, el relato más flojo de la colección. Hemingway, en su retiro en Idaho prepara su fusil para volarse la cabeza. Los contenidos del semi-monólogo tienen enjundia (suicidio, misoginia, crisis creativa, alcoholismo), pero quizá se eche de menos un tratamiento algo más imaginativo.

En cualquier caso, Wild Nights! es una obra corrosiva, arriesgada y libre que merece la pena leer y releer. Joyce Carol Oates, con quien somos particularmente estrictos por pura envidia, vuelve a pasar el examen con nota.

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Para abrir boca mientras esperamos la reedición de The Misteries of Winterthurn, página-enciclopedia de Joyce Carol Oates:
http://jco.usfca.edu

1) contenido del manuscrito The Light-House, de Edgar Allan Poe:
http://www.eapoe.org/works/tales/pt069-r1.htm

2) todos los poemas de Emily Dickinson en:
www.bartleby.com/113

3) La correspondencia entre Samuel Clemens y sus “peces-ángel” está publicada (Mark Twain's Aquarium: The Samuel Clemens Angelfish Correspondence, 1905-1910, ed. John Cooley. Athens: University of Georgia Press, 1991. 297 pp), así como los recuerdos de una de las niñas (Mark Twain and Me: A Little Girl’s Friendship with Mark Twain, by Dorothy Quick; hay película de Disney sobre este libro).

Los fragmentos de la autobiografía de Twain que se refieren a la creación de su “acuario” están en:
http://www.twainquotes.com/bermuda/ch8.html
y en:
http://www.twainquotes.com/angelfish/angelfish.html
con fotos y biografías de las niñas.

La nieta de una de las niñas-pez que tanto adoró Samuel Clemens subastó hace poco la insignia en forma de pez-ángel con el que las niñas elegidas eran conmemoradas al entrar a la hermandad secreta. Aquí está la historia:
http://www.pbs.org/wgbh/roadshow/fts/baltimore_200701A20.html

4) Discusión sobre la naturaleza de la “herida oscura” de Henry James, es decir: ¿se quemó los testículos al apagar un incendio o se los aplastó al saltar una valla?
http://www.jonathanames.com/james/james.html
donde se consideran como fuentes documentales la autobiografía de James, la biografía de Leon Edel y (algo no muy frecuente) la biografía que Rebecca West escribió en 1915-16, con James aún vivo.

Sobre la posibilidad de que la “herida oscura” sea una expresión metafórica referente a la homosexualidad de James hay miles de referencias bibliográficas.

5) Y por último, fotos de la casa de Ketchum donde Hemingway cogió su fusil: http://www.usplanb.com/hemingway.cfm

*Fotografías de Ken Rosenthal