22 de diciembre de 2008

Penelope Fitzgerald (1): más por menos

UNO-Penelope Fitzgerald empezó a publicar a los sesenta años y murió a los ochenta y tres, en el 2000. Escribió nueve novelas, tres biografías, unos pocos cuentos, algunos ensayos y muchas, muchas, muchas cartas. Julian Barnes, A. S. Byatt, Jan Morris, Victoria Glendinning, Hermione Lee y Doris Lessing, entre otros, cayeron a sus pies, y hoy nadie duda que Penelope Fitzgerald esté entre los mejores de los mejores: "Of all the novelists in English of the last century, she has the most unarguable claim on greatness", dijo Philip Hensher en Spectator. Nótese "all", nótese "in English" y piénsese en cuánto abarca esa demarcación.

Penélope Fitzgerald recibió todos los honores posibles, premio Booker incluido, mientras vivía. La oleada de veneración crítica en torno a su obra no presenta signo alguno de agotamiento.
Quien no se haya enterado, que se ponga al día.

DOS- ¿Qué hace? ¿Cómo lo hace?
La perplejidad ante una técnica narrativa excepcionalmente virtuosa parece ser la primera reacción de los lectores de Penelope Fitzgerald, y el "¿cómo lo hace?" surge como un pop-up durante la lectura: how does she do it? how is it done?...Los críticos repiten tanto la pregunta (ver*) que se diría que se copian unos a otros, si no fuera porque nosotros pensamos exactamente lo mismo al cerrar el libro: ¿cómo lo ha hecho?

Sí, pero ¿qué es exactamente lo que hace?
Pues reducir sus historias al mínimo imprescindible para obligar al lector a construir el sentido último del texto, y hacerlo con un virtuosismo inigualable. Ahí está su fuerza y su diferencia, y ahí radica su genio: Penelope Fitzgerald redefine el acto de narrar porque modifica los roles del autor (que da menos que nunca) y del lector (que aprende a leer mucho donde hay muy poco).

Si la narrativa es, en última instancia, transmisión de información ficticia de acuerdo a convenciones pactadas, Penelope Fitzgerald se sitúa en el extremo. Esto me lo callo -parece decir- y aquello también; corto, quito, tiro todo lo innecesario y le entrego al lector una novela en grado mínimo, un esqueleto, unas coordenadas, unos indicios. Y que él construya.

Y así, los libros de Penelope Fitzgerald tienen efecto expansivo y retardado. Después de haberlos terminado se compone en nuestra mente la historia en toda su riqueza y complejidad, y toma forma precisa lo que en el texto sólo estaba apuntado. Entendemos que cada palabra estaba cargada y cada elemento era una flecha.
El texto era el germen.


TRES- The bookshop
/ La librería
El argumento -una viuda mayor monta una librería en un pueblo de costa y fracasa- puede llevar a engaño y atraer a lectores que saldrán muy decepcionados. The bookshop (1978) no es una novela mona sobre bibliofilia con viejecita tozuda y vecinos gruñones y excéntricos: no va en la línea de 84, Charing Cross Road ni de The Uncommon Reader. Éste es un libro breve y duro, protagonizado por un personaje torpe y amargo que lucha sin heroísmo ni inteligencia contra la maldad banal de los demás. Nadie sale bien parado.
Excepto el lector, claro.

La concepción de la novela, la estructura, el tono y el ritmo con el que la información se dosifica son magistrales. Pero, además, en The bookshop hay un golpe de genio.
Veamos.
El narrador acompaña a Florence Green durante ocho capítulos y medio, muy de cerca. Abrimos la librería con ella, sospechamos con ella quién, cómo y por qué nos lo va a poner difícil y reconstruimos sus sentimientos a lo largo del proceso porque vemos cada una de sus acciones. Y entonces, a cuarenta páginas del final, en el momento en que todo va a empezar a derrumbarse, la abandonamos y nos vamos, con el narrador, a conocer un poco mejor a los personajes que están al otro lado de la zancadilla.
Florence reaparece en un par de ocasiones muy breves, casi de pasada, como una secundaria, y nosotros entendemos así -durante la omisión- las claves, el desarrollo, las implicaciones y el significado de su derrota.
¿Alguien se atreve a hacerlo mejor?

CUATRO- The means of escape
Diez relatos recopilados en el año 2000 componen el total de los cuentos que Penelope Fitzgerald consideró publicables (para los curiosos y los arqueólogos, el Hudson Review ha desenterrado tres relatos tempranos aquí).
Como muchos otros relatos, son obras maestras de la concisión y nos llevan a pensar en el lugar común: una frase menos y el relato se habría desmoronado.
Pero, a diferencia de otros autores, el mundo que Penelope Fitzgerald construye con cuatro palabras es infinitamente complejo, profundo y rico. Carver será escueto, sí, pero su universo es, en comparación, un cromo.
Desideratus, The red-haired girl, The means of escape y The axe son joyas. Estarán sin duda en las antologías futuras que recojan ejemplos de la mejor escritura del siglo XX.
No es ningún secreto.
A leer y a disfrutar.

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(*) Jan Morris se preguntaba "how is it done?" en su reseña sobre The Beginning of Spring (1988). A. S. Byatt y Michael Dibdin se hacían eco y repetían "how does she do it?" ante la publicación de The Blue Flower (1995) y C.K Stead los copia en 2000 para "The means of escape".
En 2008, Julian Barnes celebraba la edición de las cartas de la autora con este artículo titulado -oh, sorpresa-"How did she do it?"
(Nota: Penelope Fitzgerald es una recomendación de 93bcn. Quedo agradecidísimo a su buen criterio y su entusiasmo por este descubrimiento. ¡Gracias!)
** Autocromos de Paul Sano

En buena compañía: lecturas 2008 de Hermano Cerdo


Breve nota: este humilde blog recomienda lecturas en el especial "Las Lecturas de 2008" de Hermano Cerdo.
Es un placer compartir espacio con tan ilustres blogueros y escritores.
¡Felices lecturas!

16 de diciembre de 2008

Graham Greene en la recta final: The Captain and the Enemy

Aquí hay tela que cortar: un buen día, hace años, un hombre misterioso apareció en el colegio del narrador y se lo llevó. Al parecer, el padre del niño y el hombre misterioso se habían apostado al chaval al backgammon, o tal vez al ajedrez. El niño, encantado, se fue con el hombre a aprender de qué iba la vida en Londres. Y la vida iba de omisiones, silencios, personas que se inventaban identidades, traiciones, maldad, heridas y, sobre todo, mentiras. Mentiras muy gordas.

"Oh", pensamos, "esto es una educación sentimental". Y si somos todavía más pedantes, pensamos: "esto es, ¡oh!, un Bildungsroman".
Pues sí, lo es.

The Captain and The Enemy está dividida en cuatro partes. Las tres primeras son el relato del narrador, que intenta desentrañar mediante la escritura los misterios que ha visto y vivido: ¿quién es The Captain? ¿a qué se dedica? ¿qué relación tiene con Liza? ¿qué pasa con su propio padre? ¿qué pasó con su madre? ¿qué es el amor? ¿qué ha aprendido de los adultos?
El manuscrito del narrador es fragmentado y poco fiable, pues la escritura no parece ser el mejor medio de intentar aprehender los enigmas del amor y la identidad. Pero el narrador (que ha perfeccionado el arte de la mentira en su profesión de periodista) sigue intentándolo. La segunda parte corrige a la primera, y la tercera a la segunda. La cuarta es una chapucilla, con todos los respetos: un narrador externo sale de la nada y, a toda prisa, ata un par de cabos. No es que todo hubiera sido un sueño, pero casi casi. Caída y bajonazo.

Y ahora voy a destripar el argumento de la novela:
Victor Baxter sale del colegio con The Captain (también llamado Roger, Señor Smith, The Colonel, The Major, etc), directo al sótano de una casa en Londres, donde empieza a vivir con su nueva madre, Liza, y bajo un nuevo nombre, Jim. Poco a poco, sabemos que el padre del niño dejó embarazada a Liza y la obligó a abortar en una operación que la dejó estéril. El padre era, a ojos del niño, el mismísimo diablo, y su nueva vida como hijo adoptado le resulta relativamente cómoda: tiene casa y comida, y no va al colegio. Todo bien.
The Captain va y viene, desaparece, envía dinero, y Liza, mientras tanto, le espera. Lo que no se cuenta (las ausencias, los silencios, la falta de emoción) dibuja una relación de amor profundísima, que el niño no entiende. Aprende las formas frías y crueles con que se comportan los adultos a su alrededor, y con esa educación forja su identidad. Ya es alguien: es una sanguijuela.
The Captain le ha regalado un hijo a Liza, pero a cambio espera que éste la cuide en sus ausencias. Cuando el niño crece, se lanza al mundo, traicionando a Liza y traicionando al Captain, que no sabe nada de esta puñalada. Y, por supuesto, llega la tragedia.
Liza muer, dejando atrás cartas que el narrador no debería leer. Pero las lee, y relee también el manuscrito que constituye la primera parte. Liza lo ha leído, lo ha conservado y lo ha enmendado, añadiendo que The Captain era un buen hombre, y eso basta.

(Esto es material literario inflamable. Cartas, manuscritos, un narrador cabrón y mentiroso, una historia de amor en los márgenes y sentimientos de profundidades teológicas. Nos zambullimos en la tercera parte sin aliento, y seguimos al narrador hasta Panamá).

Panamá. Vamos a buscar al Captain y a conocerlo a fondo, pero no de cualquier manera: el narrador ha aprendido a mentir, y le cuenta al Captain que Liza está viva. Enferma, sí, pero viva. Cuando el Captain esté suficientemente hundido, le contará la verdad para que hable de una vez. Y, llegado el momento, se la tira a la cara como si fuera ácido sulfúrico.
Ante la noticia, el Captain se suicida/sacrifica, y el narrador recibe lo suyo. No tiene pasado ni futuro, está solo y amenazado. Ha aprendido de los adultos las artes de la mentira y la traición pero no ha conocido ni conocerá nunca el motivo que las justifica: el amor.
¿Y qué sabe él del amor?
Antes de morir, Liza había enviado una carta al Captain, que el narrador intercepta. Antes de morir, el Captain deja una carta al narrador.
"The two unread letters in my pocket weighed on my mind, and as soon as I was alone...."
La educación sentimental del narrador termina aquí. Y termina the hard way.

A leer.

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1) Entrevista a Graham Greene en The Paris Review
2) Graham Greene ayudó financieramente a la gran, inmensa, extraordinaria Muriel Spark cuando ésta sufría alucinaciones por culpa del hambre. Ambos son escritores católicos y ambos tratan asuntos morales (la traición, el chantaje, la mentira, la redención, los milagros, el sufrimiento) desde la ficción. Maravillosa entrevista a Muriel Spark en la que nos recuerda -por si alguien lo había olvidado- que la ficción no es una cosa distinta de la mentira: es mentira.
* Fotografía de Craig Persel

12 de diciembre de 2008

Some tame gazelle, de Barbara Pym

Para los coleccionistas de opening lines, ahí va una que juega en Primera División: "The new curate seemed quite a nice young man, but what a pity it was that his combinations showed, tucked carelessly into his socks, when he sat down".

Después de eso, ¿quién es capaz de no seguir leyendo?

El universo de Barbara Pym es reducido, sí, y sus libros son variaciones sobre los temas que toca en éste, su primera obra publicada. Como en otras de sus novelas de los cincuenta, en Some tame gazelle (1950) hay una iglesia, parroquianas voluntariosas de avanzada edad, solteronas, sermones, citas de poesía inglesa, himnos y el clero en toda su jerarquía. Y como en otras de sus obras, nada de trascendencia planetaria sucede a lo largo de doscientas cincuenta páginas. Los conflictos son en apariencia minúsculos y los personajes llevan existencias sin grandes acontecimientos. Pero sabemos desde hace mucho tiempo (Jane Austen, Trollope) que un grupo pequeño de vidas pequeñas alteradas por los pequeños acontecimientos de la vida es un material literario candente si cae en las manos adecuadas.
En decir, que no hay tema banal si el autor domina la forma novelística. En esta novela, una oruga en la coliflor o el tamaño de los calcetines que una solterona teje para un pastor son conflictos principales, y frases como "the congregation shifted awkwardly in their seats" son un clímax. En serio.

El argumento de Some tame gazelle es puro siglo XIX: dos solteronas de pueblo, Harriet y Belinda, llenan las horas dando importancia a lo nimio. Harriet fantasea con cada nuevo coadjutor que llega a la parroquia y Belinda con el archidiácono Henry Hoccleve, de quien lleva más o menos enamorada treinta años. Pero el interés de las hermanas por los hombres es, esencialmente, un hábito del corazón cuyo objeto es indiferente: parece que Mr. Donne, o Ricardo, o Mr. Mold podrían ser igualmente dignos de atención y cariño.
Dos referencias poéticas explican la naturaleza de los sentimentos de las hermanas. Una es el poema de Thomas Haynes Bayly que da título a la novela (Some tame gazelle, or some gentle love / Something to love, oh, something to love!) y la otra es Milton (Calm of mind, all passion spent).

El amor no llega, por supuesto. Las hermanas rechazan sendas propuestas de matrimonio para no ver comprometida su querida soltería, y todo termina en el mismo sitio donde comenzó. Con extraordinaria ironía, Belinda recuerda su himno favorito (God moves in a mysterious way) antes de asistir a la boda con que se cierra el libro. Dios, para ellas, no se ha movido -ni falta que hace.

Belinda was sure that our greater English poets had written much about unhappy lovers not dying of grief, although it was of course more romantic when they did. But there was always hope springing eternal in the human breast, which kept one alive, often unhappily...it would be an interesting subject on which to read a paper to the Literary Society, which the Archdeacon was always threatening to start in the village.
Cualquier lector interesado en la novela como forma literaria y en la lectura como placer gozará con Barbara Pym: sus novelas son redondas, impecables, equilibradas, maravillosas.