Material de primera desde el principio: "No acumuléis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban", dice el vicario. Janet y Anne escuchan y se aplican la enseñanza. Son dos mujeres, son dos personalidades distintas, son dos maneras de entender el amor, y nos vienen a la cabeza inmediatamente "Middlemarch", "Hijas y esposas" y otras muchas grandes novelas del XIX con parejas de mujeres ante el amor. El tema tiene enjundia; nos frotamos las manos.
Pero estamos en 1912 y esta novela parece ser otra cosa desde el principio. En el capítulo III -tras la escena de Janet y su prometido junto al arroyo, contemplados por Anne- no nos queda duda: esta novela es otra cosa. Giro en el IV -magistral preparación del terreno para lo que Janet significará a partir de entonces- y nuevo giro en el V. Estamos en una cota de suspense, sorna, ternura y delicadeza cuando (¡más difícil todavía, señores!) entra el asunto central de la novela: un dilema moral. Y con esto hay varias pelotas en el aire.
No es posible decir más sin desvelar la trama. "La polilla y la herrumbre" es una novela magnífica, tocada por gracia, perfecta en su equilibrio y en su tono. Si nuestra labor como lectores es gozar de lo específico en cada obra, debemos reconocer que ésta sobresale por una cualidad rarísima de encontrar: la de tratar cada asunto según su clave (lo cómico en clave cómica, lo serio en serio, lo tierno con ternura, etc) y tejerlos juntos en una trama impecable, elegante y aparentemente -huelga decirlo- effortless.
A leer.
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1 comentario:
Tomo nota. Y apunto a su lista de novelas de señoras la super conocida "Women in love" del Sr.Chaterley...
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