2 de diciembre de 2010

Muriel Spark, Graham Greene y el Espíritu Santo: artículo para la revista Hermano Cerdo

(Artículo mío en la revista Hermano Cerdo sobre las novelas Territorial Rights, de Muriel Spark, Travels with my aunt, de Graham Greene y algunas preguntas sobre el catolicismo y las tramas).

Bien: llevo mucho tiempo intentando entender qué significa esencialmente el catolicismo en la obra de Muriel Spark y Graham Greene y no alcanzo grandes conclusiones. Al contrario: he llegado a pensar que la lectura de sus novelas en clave católica es una de esas convenciones culturales que los lectores y críticos perpetúan sin haber intentado desentrañar.

Pero yo me he lanzado como Superman, y si no llego a la meta no será por falta de esfuerzos. He leído con interés, con diccionario, con post-it y con rotulador amarillo los capítulos de la biografía escrita por Martin Stannard en los que se trata el tema. He leído el libro de Job y he meditado sobre la psoriasis como condena bíblica. He reflexionado sobre las diferencias entre sacramental, pastoral, místico y espiritual. He abierto la mente, dispuesto a creer algún que otro dogma si era necesario... y nada.

Na-da.

Pero de pronto parece haber algo de luz en las tinieblas. O chispas en las sinapsis, y perdón por la aliteración.



Muriel Spark publicó Territorial Rights en 1979. Es una novela de su época más extraña, más escurridiza, escrita justo después de The Takeover, cuando Spark parecía sentir que debía reinventar el género novelístico a cada nuevo intento. Con sesenta y un años, como debe ser, se resetea antes de escribir.

Territorial Rights empieza con cierta seriedad, casi con el no-estilo con el que está escrita The driver's seat:

Robert had come here as soon as he had unpacked, crossing the little bridge of the side-canal to the path that led into the expansive square. It was the afternoon hour when the shops were opening after lunch. Robert had walked around to see what sights there were to save up for later visits, and now was in the bar having coffee and a bun. He was wearing blue jeans and a thick sweater. He was twenty-four, thin, tallish and had a good head of light brown curly hair and a droopy brown moustache. Some other students of both sexes stood in the bar, came and went.

Y en ese tono entre desdeñoso y seco continúa, guiando una trama que se adensa poco a poco hasta explotar.

La trama es, como señaló Edmund Wilson en la reseña de esta novela en el New York Times, un elemento que apenas se consideraba en la crítica. Y es cierto que aun hoy, treinta años después, la situación apenas ha cambiado. Damos por hecho que la trama funciona como medio de transmisión de significados y sentidos, y la analizamos en general en términos de efectividad (¿son correctas las causalidades?) o de verosimilitud en relación a la vida (¿es esto posible?). Sin embargo, no es frecuente encontrar críticas que tengan en cuenta el aspecto moral de las decisiones del autor en cuanto a la trama.

Asunto delicado. El arte tiene razones que el raciocinio no entiende, y si Julien Sorel muere en la guillotina es, en principio, porque el corte le viene bien a la novela y no por otro motivo. Así lo asumimos, zanjando la cuestión.

Pero algunos autores consideran que la narrativa, en tanto que representación o equivalente de la realidad, se rige por unas leyes semejantes, y traen al primer plano la trama para dejar claro que es en la relación de los personajes con el destino y las acciones donde reside su visión del mundo. Matar o casar a la protagonista no es indiferente.


Spark confesó haber comprendido qué significaba ser novelista cuando se convirtió al catolicismo y aprendió a ver las tramas como un conjunto. Vio entonces a sus personajes desde el punto de vista de un dios que observa su creación con una sola certeza: que nada en la tierra tiene sentido si no hay vida tras la muerte. Ese es The Only Problem para Spark, el tema central del catolicismo que hay que asumir sin cuestionar. Y si nuestra experiencia contradice el dogma, creamos sin preguntar, parece decir. Pues en la tierra hay maldad, traición, mentira y engaño, pero no nos corresponde a nosotros juzgar aquí y ahora, sino a un dios en otro momento.


Esta idea, como la hostia, se traga sin masticar.



Y aquí viene la trama de Territorial Rights, que, bajo esta luz puede resumirse en “Dios los observa, ellos se matan”.

Robert Leaver, joven, medio estafador y medio buscavidas, abandona a su amante Mark Curran, un hombre mayor y dominante, una especie de farsante que compra y vende arte. Leaver huye a Venecia, Curran le sigue, Robert desaparece. También llega a Venecia Lina Pancev, una pintora fugada del comunismo búlgaro que, en principio, quiere buscar la tumba de su padre Victor, desaparecido en Venecia. El padre de Robert llega a Venecia en una escapada romántica con su amante, y la madre, Anthea, contrata un detective para que los siga. Pero Grace, una amiga de la madre, decide ir en persona a Venecia para desvelar el misterio.

In the meantime, Robert, desde un escondite, descubre los secretos en el pasado de la vida de Curran, el detective encuentra a los amantes, Curran se alía con su antigua amiga Violet de Winter para evitar que el pasado salga a la luz, y Grace despierta a la fascinación de una trama de opereta, de personajes incorpóreos y situaciones imposibles. Llama a la madre de Robert, que, sola en Inglaterra, sigue en una vida de tetera y novelas realistas, una vida de textura espesa y decisiones correctas, es decir una no-vida.

-It all sounds very far-fetched, said Anthea.
-It may seem far-fetched to you, Anthea, but here everything is stark realism.
This is Italy.


Y a partir de cierto momento, la trama se pone a centrifugar. Todos los personajes se calzan la máscara de chantajistas, de ladrones, de monstruos: Robert decide chantajear a Curran, Curran al padre de Robert, el detective a la madre y Lina a quien pueda... De pronto, todos, como Muriel Spark, creen tener el poder de un dios sobre las vidas de los demás, y parecen gozar con el diseño y las ramificaciones de una trama que sería inmoral a ojos humanos pero que sólo es ridícula si se mira con la perspectiva adecuada: la de la vida eterna.


Pues, ¿qué es el mal visto desde lejos?


Jugad, parece decir Spark, porque el mal está en la tierra, es complejo y, a veces, atractivo. Los ricos e inteligentes (Robert, Curran, Violet de Winter) lo saben (Robert could not remember a time in his adult life when he had not fully coped with his own life, not to mention the lives of others), y los torpes, como Grace, sucumben a su manera. Al final del capítulo catorce se une (sin pagar, por supuesto) a una visita guiada a unos mosaicos en la que descubre the ineffable beauty of the dark blues and the golds.

Es un momento magnífico de comedia macabra. Spark reparte para todos y ata la trama como en las novelas victorianas, pero guardándose una coda para el tramo final.

Y ahí muestra su visión realmente distante y sarcástica del absurdo y la belleza del mal. Ahí la oímos reír entre dientes. Junta a Robert con Anna, a quien saca de la nada, y los lanza a la felicidad. Jóvenes y guapos, se convierten en otras personas, o tal vez en otra versión de sí mismos.


It was the beginning of Robert's happy days, the fine fruition of his youth...


Enamorados y encantadores, Robert y Anna mejoran como delincuentes hasta terminar convertidos en los terroristas que ponen bombas a la vuelta de nuestra esquina.


Y así todos encuentran su sitio en un mundo donde los timadores, los chantajistas, los extorsionadores y los farsantes campan. Como el nuestro.


-You're mistaken if you think wrong-doers are always unhappy -Grace said-. The really professional evil-doers love it. They're as happy as larks in the sky...


Muriel Spark abandona en Territorial Rights casi todas sus herramientas habituales y presenta una novela sostenida sólo por la trama. El ingenio es funcional, el estilo más invisible que en otros de sus libros, el punto de vista no se hace evidente. Tengan, parece decir, esto es lo que hay. Y si no les gusta, esperen la vida eterna. De momento no hay más.


Algo semejante parece decirnos Graham Greene en Travels with my aunt, otra novela escrita, por así decirlo, desde el púlpito, otra farsa y otra comedia amarga sobre la muerte con moraleja retorcida.


Henry Pulling, un empleado de banca jubilado y aficionado a cultivar dalias, conoce a su tía Augusta durante la cremación de su madre. Está, como todos los hombres curiosos, fascinado por la muerte:


...there was a slight stirring of excited expectation: which is never experienced at a graveside. Will the oven doors open? Will the coffin stick on the way to the flames? I heard a voice behind me saying in very cold clear accents, “I was present once at a premature cremation”.


Augusta, una mujer de setenta y cinco años, ha comprendido que la vida es poco más que una carcajada. Viaja, ama, delinque y transforma a los demás personajes sólo con una frase o el roce de su mano, como en los milagros.


“I have said that your official mother was a saint. The girl, you see, refused to marry your father, who was anxious –if you can use such an energetic term in his case- to do the right thing…she was deeply shocked when your father tried once to make love to her –after the marriage but before your birth- that, even when you had been safety delivered, she refused him what the Church calls his rights.”


¿Es, pues, Pulling el hijo de una virgen? ¿Es Augusta su verdadera madre? ¿Qué significa el encuentro entre ambos?


Viajes por el mundo. Casi sin quererlo, Pulling se convierte en compañero de su tía, que encadena un destino con el siguiente y un amante tras otro sin más guía que tres preceptos morales: la diversión, la certeza de no estar haciendo nada ilegal y la convicción de que, a la larga, dios proveerá.


-I have never planned anything illegal in my life –Aunt Augusta said-. How could I plan anything of the kind when I have never read any of the laws and have no idea what they are?


Si en Territorial Rights la red de engaños era la imagen metafórica del mundo, aquí es el viaje. Los personajes aparecen y desaparecen de la vida de Augusta en una estación o en un restaurante, y las despedidas tienen algo de ligero, como si los personajes, incluso ante la posibilidad de la muerte, estuvieran diciéndose adiós sólo temporalmente. Y así completa Henry Pulling su educación sentimental. Hacia la mitad del libro, Pulling ya es otro.


When I double-locked the door and followed them, I was left with the sad impression that my aunt might be dead and the most interesting part of my life might be over. I had waited a long while for it to arrive, and it had not lasted very long.


Pero el viaje continua, y Augusta, casi más fuerte que la propia muerte, sigue su camino por un mundo donde, como en el nuestro, abundan el delito, el engaño y la mentira, y el amor muere. Egoísta y terca, Augusta parece aferrarse cada vez más a la diversión, o a lo que queda de ella. What the fuck, parece estar diciendo, esto son dos días. No me cuentes que hay dolor, no me cuentes que todo esto es absurdo: déjame bailar.


Y así se cierra la novela, con un subrayado.


Las vidas de Muriel Spark y Graham Greene se tocaron en varios puntos. Como se sabe, Greene ayudó económicamente a Spark cuando ella estaba, literalmente, alucinando por culpa del hambre, y fue siempre generoso y cordial con una mujer a la que consideraba su igual. Con motivo de la publicación de Territorial Rights escribió:


It’s your best, your very best. I thought you’d never top Memento Mori: but you have. I’ve been reading it all day in one gulp. Written with excitement at 9,35 pm.


Territorial Rights y Travels with my aunt son dos novelas escritas por católicos que en varios momentos de sus carreras meditaron sobre la relación profunda entre su fe y su arte, y dejaron que una permease la otra. ¿Ofrecen, pues, una visión teológica de la vida? ¿Se entienden mejor desde el punto de vista católico que convierte la existencia humana en una contingencia y el mal en una broma? ¿Estamos ante dos novelas religiosas?


No lo sé. ¿Lo sabe alguien?

Comment are welcome.

El link a la revista está aquí

Fotografías de Gil Inoue

4 comentarios:

Oscar dijo...

Bueno, Pablo... Me alegro de ser el primero en dejar aqui un comentario, por varias razones. La primera, felicitarte. Sinceramente no pretendo adularte, pero me parece magnífico. Primero por como lo has desarrollado y segundo porque el tema también me ha interesado mucho, mucho. Realmente aun he navegado poco en las aguas de Spark como comentaba hace poco, pero gracias entre otros a ti, esto se va a modificar. Sobre mi mesa hay seis volúmenes nuevos de Spark. Deería haberte preguntado antes de comprar porque los he elegido a pura corazonada tras un breve buceo. Pero a lo que vamos. Hoy mismo (esta mañana a las 7, camino del trabajo, iba escuchando en el iPhone un audiolibro con una biografía de Spark, breve pero interesante, y precisamente había una sección (breve) dedicada a su conversión, a su relación con su hijo y la comunidad judía, las disputas sobre el medio judaismo de sus abuelos... Me quedé pensando en ello mientras tomaba un café. Pero si sobre Spark estoy semi-pez, sobre Graham Greene y Evelyn Waugh, sus dos admiradores católicos más conocidos si que he leído mucho a lo largo de los años. No me considero religioso, pero el tema me fascina cuando afecta a "mis" escritores. Una charla maravillosa sobre el factor católico y como influyó en Charles Ryder por un lado y la familia de Sebastian y Julia por otro en "Brideshead" fue una piedra angular en este tema. Con Greene aun fue más curioso, porque el tema me empezó a dar vueltas con una colección de relatos llamada "¿May we borrow your husband?", una colección de relatos de tema sexual/homosexual que no tienen nada que ver con la religión en principio pero que siempre me han fascinado. El cuento que da título a la colección llegó a mi justo tras un artículo acerca de las convicciones religiosas de Greene y me llevó a interesantes conclusiones (para mi, claro) que evidentemente no voy a exponer aquí. Al leer acerca de Spark en las ultimas semanas y oir la biografía referida se ha reavivado esa curiosidad y tu aun alimentas mas el fuego. Me voy a hacer un te y releer tu entrada. Será un placer.

Pablo Chul dijo...

Gracias, Oscar, por el comentario y por leerte el artículo!

Seguro que disfrutas muchísimo con Spark. Es muy difícil equivocarse, y de hecho yo sólo recuerdo un libro suyo que no está a la altura (The Mandelbaum Gate).

Justo este año leí los relatos completos de Greene con sumo placer. "May we borrow your husband?" me parece genial, de lo mejor que escribió. Hice post (http://comounametafora.blogspot.com/2010/02/y-al-septimo-dia-graham-greene-se.html).

A mí también me intriga mucho el catolicismo en Greene y en Spark porque me parece que los dos convirtieron sus ideas más profundas como católicos en formas narrativas, o más bien que consideraron el catolicismo desde un punto de vista narrativo.

(Evelyn Waugh, en cambio, me gusta muy poco, y Brideshead nada de nada...)

Tema interesante. Si te lanzas a compartir algo en tu blog, lo leeré con mucho gusto!

Un saludo,
pablo

Oscar dijo...

Que curioso, no sabes de verdad lo que me alegra de que te guste tanto ese relato de Green. No había leído ese post. Estoy explorando el blog lentamente. La mayoría de artículos hay que leerlos con reposo. Voy a leerlo ahora mismo. Antes de que se despierte mi hija y no me deje.
Respecto de Waugh, a mi me gustan muchísimo solo algunas de sus obras. Pero es un autor del que entiendo perfectamente porqué no le gusta a muchos de los que no les gusta. De hecho hace poco, viendo los programas de la BBC de "In their own words" le oí hablar por primera vez. Solo decirte que desde luego, si no lo has visto, cuando lo veas, no le vas a coger mucho más cariño precisamente...

Un saludo.

PD: Dentro de poco te contaré por donde he comenzado con Spark. Un poco raro quizá. Por cierto, he vuelto al principio y lo que escuchaba en el iPhone es una versión abreviada (mucho) por la BBC de la biografía de Stannard. Me la he comprado también, para leerla completa.

salvador dijo...

Un artículo muy inteligente, en efecto. El unico problema es mi cuarto Spark despues del Asiento del conductor (genial), Lejos de Kensington (deliciosa)y Merodeando con aviesa intención (tal vez mi favorita) ¿Mis conclusiones? Básicamente, perplejidad.

Si intento rascar un poco, se me ocurre que no es excatamente una novela sobre la fe, ni exactamente una novela sobre el amor, ni exactamente una novela sobre el mal, aunque todos esos temas aparezcan en pointillé.. Más bien parece recrear las relaciones entre un punto fijo - Job, la relación a la eternidad - y el mundo como punto de fuga. Resulta llamativa la cantidad de cosas que les ocurren a todos los personajes menos al principal, que no se mueve ni de su castillo ni de su universo mental.

En las novelas de Spark todo es posible, la vida de las personas no tiene sentido, ni consistencia, ni verdadero valor. Entre robar una chocolatina y matar a un policía no hay solución de continuidad. Su visión es absolutamente inhumana, un montaje ultrarápido en que se dan cita los demonios de la arbitrariedad y el capricho. De ahí, la alacridad y el sadismo de sus tramas.

A lo mejor, el único problema no es tanto lo que el mundo es, como lo que creemos que es. A lo mejor esos son los bienes de los que nos priva la verdadera fe: principios, creencias, convicciones, nuestro apego sentimental hacia nuestras propias representaciones.

Como todo escritor creyente, desde Dostoievski hasta Flannery O´Connor, Muriel Spark es una perfecta nihilista.

Nadie despedaza el mundo si no tiene previsto el repuesto...