21 de enero de 2009

Penelope Fitzgerald (3): The beginning of spring / El inicio de la primavera

How did she do it -again?
Diseccionemos un poco esta novela maravillosa para ver dónde está el truco.

Moscú, 1913. Es el final del invierno. Las casas llevan meses cerradas y la nieve empieza a convertirse en barro en algunas calles. Nieve y barro, nieve y barro, nieve y barro. Frank Reid -inglés en Rusia, dueño de una imprenta- vuelve a casa un día y descubre que su mujer, Nellie, se ha fugado con sus tres hijos. La novela es la historia de Frank en Moscú durante las siguientes semanas.

Los lectores de The beginning of spring (1988) se vuelven locos con el retrato de Rusia, con la complejidad de los personajes, con el estilo, con la extraordinaria capacidad de crear un mundo, con la ilusión de realidad palpable....Para mí, sobresale una destreza magistral en disponer las diferentes piezas de la estructura narrativa para que se doten de sentido unas a otras. Esto se ve mejor con ejemplos, así que voy a destripar el argumento.

1) Nellie.
La novela comienza con su abandono del hogar y termina con su regreso. Es un extraordinario ejemplo de personaje-actante (modifica el comportamiento de los demás) dibujado desde las consecuencias de su huída, que se carga de significado en el momento en el que, en la frontera, cambia de opinión y monta a los niños en un tren de vuelta a Moscú. Esa decisión -una línea- es la primera nota con la que empezamos a construir el retrato de su personaje y su situación sentimental.
La segunda es un flashback a Inglaterra. Vemos a Nellie antes de casarse con Frank, en un episodio suficientemente largo -aunque todo es brevísimo en los libros de Fitzgerald- para comprender que los rasgos que la definían en Inglaterra se desmoronarán en cuanto llegue a Rusia. No lo veremos: sucede en nuestra cabeza, fuera de la página.
La tercera es la visita a Frank de su cuñado, a través de cuyas acciones vemos la Inglaterra que espera a Nellie.
El retrato de Nellie es ya redondo. Conocemos sus vacíos y sus porqués.

2) El entorno de Frank.
Los criados de Frank, cómplices en la huida de Nellie, sólo rompen a llorar cuando la noticia es oficialmente trágica. El alma rusa, ay, el alma rusa es un pozo que nadie comprende.
Los dos primeros capítulos, con las presentaciones de la galería de sirvientes y de compañeros de imprenta de Frank, nos dan perfecta idea de la densa red de irracionalidades, tradiciones y sobreentendidos que sustenta las relaciones entre los personajes rusos. Frank es medio ruso: entiende sólo a medias. La narración de Frank frente a su entorno dibuja a Frank como personaje.

3) ¿Qué hacer con los niños?
El episodio del osezno torturado es otro ejemplo de utilización de un único elemento para hablar, por refracción, de muchos otros y, además, justificar que la trama avance. En cinco páginas completamos los retratos de Frank, de los niños, del carácter ruso cuando quiere ser bienintencionado y del momento histórico, y todo ello a través de la acción que desemboca necesariamente en la siguiente acción: aceptar a Lisa Ivanova como niñera.
¿Alguien da más por menos?

4) Lisa Ivanova.
La primera mitad del personaje de Frank está dibujada a través de su relación con el entorno mientras busca ayuda para seguir adelante, y la segunda a través de Lisa, la misteriosa y callada joven que sustituye a Nellie. Cada momento en el que Frank posa su mirada sobre Lisa es un fragmento del retrato del matrimonio de Frank y Nellie.
Hemos conocido a Nellie a través de las consecuencias de su acción. Conocemos la relación de Frank con Nellie a través de la relación de Frank con Lisa.

5), 6), 7), etc...
Hay muchos más ejemplos de este uso extraordinario de información elidida en la trama pero dosificada a través de elementos indirectos.
No he hecho más que empezar a destripar esta maravillosa novela para ver dónde estaba el secreto.

El secreto es el genio.

Photo Copyright by Claire McNamee
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La foto es de Claire McNamee. En su web hay una buena galería de retratos de novelista británicos actuales.

1 comentario:

Cristina dijo...

Ay, que no doy abasto. Gracias, gracias.