23 de enero de 2012

La esposa del tigre, de Tea Obreht, en Revista Quimera

Crítica mía a "La esposa del tigre", de Tea Obreht, una novela flojilla. Para la revista Quimera.

Saltan a la vista las razones literarias por las que "La esposa del tigre", primera novela de Téa Obreht (Yugoslavia, 1985) se ha convertido en algo parecido a un fenómeno viral entre ciertos lectores: es un libro vivo, de lectura ágil, y ha sido construido sobre un armazón que no falla. Brilla en ocasiones y revela, incluso en sus flaquezas, instinto, garra y cierto riesgo. Que la autora lo haya publicado a los veinticinco años o que el libro obtenga este o aquel premio no importa mucho aquí, al menos en principio.

Natalia, una joven doctora en misión humanitaria en la guerra de los Balcanes, recibe la noticia de la muerte de su abuelo, un personaje más o menos lírico de dimensiones y características, desde el tamiz de la protagonista, legendarias. El duelo de Natalia por el recuerdo de su abuelo durante los "cuarenta días del alma" posteriores al fallecimiento discurre en paralelo a una búsqueda de respuestas acerca de su propia vida, de sus país y de la verdad tras las leyendas que sobreviven de generación en generación. "La esposa del tigre" se presenta, pues, como el resultado de un viaje en busca de sentido.

Es un esquema clásico, fulminante, que ha funcionado mil veces: muere A, y B lo recuerda, reconstruyendo, imaginando o inventando una vida. El resultado es un retrato de A con los rasgos de B, que termina por descubrir en sí mismo una versión refractada de A. Directo, efectivo y prometedor: hasta en sus versiones más mecánicas, esta historia surge de las fuentes hondas de la muerte como misterio, del recuerdo como mentira, del amor como ceguera y del relato como robo. A la sombra de un punto de partida tan jugoso, que lleva al lector instantáneamente al recuerdo feliz de la gran literatura, casi cualquier autor puede hacer que su relato parezca mucho más de lo que en realidad es.

Pues tal vez haya algo de artificio sin alma en "La esposa del tigre", algo de ambición literaria que es capaz de mantener en el aire todos los ingredientes de una buenísima novela sin llegar a construirla, algo de narración segura y autocomplaciente, enamorada de su propio verbo y del acto mismo de contar una historia tras otra olvidando que la literatura sobrevive sólo cuando trasciende. Y es que Natalia actúa como un cuentacuentos compulsivo, fascinado ante la textura misteriosa de sus relatos (el tigre, Darisa, el hombre inmortal, etc.) pero quizá ciego a un sentido que vaya más allá de la constatación de que el mundo está lleno de historias maravillosas. Habla como Sherezade, sí, pero lo hace por capricho. No es lo mismo.

Resulta fácil detectar que es la voz de Natalia el aspecto técnico que revela con más descaro la distancia entre lo que "La esposa del tigre" anuncia y lo que finalmente entrega. Su voz, en primera persona, narra más como una autora omnisciente y segura que como un personaje en busca de sentido. Su tono es firme, impecable, idéntico desde el principio hasta el final. Sus descripciones, como es obligado, vienen llenas de esos detalles sensoriales (olores, reflejos de la luz en un charco, etc) en los que gran parte de la narrativa actual confía como si fueran garantía de verosimilitud. Pero el objetivo último de la narración de Natalia, es decir la razón de ser de esta historia a través de su voz, parece escapársenos. ¿Por qué Natalia y no cualquier otro punto de vista? ¿Qué relación profunda hay entre el relato y su narrador? ¿Hasta qué punto es Natalia un personaje capaz de soportar una novela que parece querer abarcarlo todo? ¿Es "La esposa del tigre" finalmente la historia de una joven cualquiera que llora la muerte de cualquier abuelo?

Ninguna de estas preguntas entorpece la lectura de "La esposa del tigre", que es apasionante como experiencia y que puede enamorar a quien disfrutó de, por ejemplo, "El libro negro", de Orhan Pamuk. Pero quizá el recuerdo de esta obra palidezca al lado del de novelas más densas que se han trazado últimamente con hilos similares (leyendas de infancia, narración como búsqueda de sentido y destino) y resultados más certeros e inquietantes, como "M/T y la historia de las maravillas del bosque", de Kenzaburo Oé.

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