(Artículo mío acerca de la biografía de Patricia Highsmith que ha escrito Joan Schenkar, publicado en Hermano Cerdo.)
A veces nos ponemos mesiánicos, hablamos en primera persona del plural e increpamos a los autores de los libros que leemos. Tú corta este final, tú mata a la chica y tú no subrayes los indicios.
Eso hacemos. Ahora, por ejemplo, estamos hablando con Joan Schenkar, que ha pasado ocho años leyendo todo lo que Patricia Highsmith escribió y no publicó: ocho mil folios de diarios y cuadernos, y unas doscientas cincuenta obras rechazadas o dejadas a medias.
Joan, le decimos, ¿qué tal lo has pasado?
Pues mal.
Y se nota. La biografía que ha escrito Schenkar (Saint Martin’s Press y Picador la publican en inglés, Circe en castellano) tiene algo de tesis doctoral atragantada, de obra escrita como venganza contra uno mismo y contra el tema, de trabajo hecho de un tirón y en caliente. Casi se oye a Schenkar pensar: no puedo más, o me mata ella o la mato yo.
Highsmith era, si creemos a Schenkar, bruja por los cuatro puntos cardinales. Los camareros la evitaban y los vecinos no querían encender la luz por si se les plantaba en casa a beber sin límite y despotricar contra los judíos o el fisco. Sus amigos recuerdan que la hospitalidad “a la Highsmith” consistía en pasar hambre, frío y visitar un sótano, y sus agentes cuentan sin sonrisas que les escamoteaba comisiones. Si alguien se acercó a Schenkar con una historia amable, ésta la sepultó en una línea entre cientos de miles de líneas: que nadie diga que no está, pero que nadie la recuerde.
Joan, le decimos, tu trabajo es titánico. Se parece a la montaña que había delante de la casa de Highsmith en Tegna, Suiza, una mole magnética que tapa el sol y da miedo. Pero tenemos una sugerencia, sólo una pequeña sugerencia: cuando tengas un rato, toma las cien páginas del quinto capítulo de tu libro y conviértelas en un ensayo acerca de los escritores que, como putas y en silencio, trabajaban para la industria del cómic. Ahí está la joya, acepta nuestro consejo.
Y es que Highsmith...
(el artículo completo está aquí)
3 comentarios:
Pues la verdad, vaya sorpresa que me llevo. Hace unos años leí muchísimo a Highsmith (y lo seguiría haciendo la verdad) y me pareció una maravilla y una gran especialista "de lo suyo". Pero nunca investigué nada de su vida (era otra época, ahora la habría viviseccionado). Con la alegría que da el desconocimiento, siempre la imaginé una mujer adulta y ancianita tranquila, afable, estilo Jessica Fletcher, escribiendo sus novelitas en su máquina sobre una mesa con el tapete de encaje. Reuniéndose con sus amigas a tomar té y presumir de sus gatos. Y era una bichaca. Y escribía comics. De los propagandisticos. Señor, señor. Tendré que leer la biografía y releer algo de Highsmith (tengo parados los "Pequeños cuentos misóginos" por los que siento una debilidad algo difícil de explicar.
Era Satán. Señor, señor.
Hola, muy bueno tu artículo, como es habitual. Ya te echaba de menos. Yo también leí a Patricia Highsmith hace tiempo y, al contrario que a Óscar, sí que me pareció entonces que tenía una mente un tanto peculiar. Sinceramente, pensé (y esto es sexista, mal que me pese) que para ser mujer escribía con un cinismo y una frialdad desacostumbradas. Sólo en Small g, que por cierto, no recordaba que se había publicado póstumamente (hasta que lo he leído en Wikipedia, ejem) demostraba un poco más de sensibilidad al uso. Muchas gracias por tu artículo. Un saludo. Sonia.
Era más mala que Enid Blyton pero -¡ay! - su obra. De malas ideas hacía verdaderas joyas. No queramos conocer a los escritores que nos gustan.
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