Francis Wyndham, que tiene ochenta y seis años as we speak, ha escrito tres libros de ficción en su vida: Out of the War, Mrs. Henderson and other stories, y The Other Garden, que en total suman cuatrocientas páginas de nada. El resto de su actividad literaria pertenece a la parte mortal: crítica y edición.
Al tajo con la primera parte.
Wyndham escribió Out of the War entre 1942 y 1945, en plena guerra, cuando tenía de diecisiete a veinte años. Es una colección de relatos sobre los que quedan, como su título anuncia, lejos de la acción bélica, es decir las esposas, los muy jóvenes, los raritos, los tullidos y los no-aptos por otras razones, las secretarias y las señoras de cierta edad que de pronto creen ser útiles a los que luchan en el frente. Va en la misma línea de Good evening, Mrs. Craven, de Mollie Panter-Downes, que es excelente pero que parecería, por comparación, haber sido escrito con un programa informático. Estos relatos ganan en eso que se llama de manera tan cursi la mirada. Son certeros e imaginativos, y establecen una relación extraordinariamente ambigua con el mundo: casi se oye el diálogo entre el autor y la realidad.
Autor: Te comprendo en todo tu espectro. Veo las huellas de la guerra, veo el aburrimiento, veo la grisura de la gente.
Realidad: Sí, así soy.
Autor: Pero no soy tu escriba y pienso hacer contigo lo que me apetezca. Gracias por el material, ahora empieza mi trabajo.
Es entonces, al considerar los puntos en los que esta colección de relatos divergen de la imagen conocida de una ciudad inglesa cualquiera en tiempos de guerra, cuando comprendemos de verdad lo extraordinario del arte de Wyndham y lo alucinante de escribir Out of the War con dieciocho años y la realidad encima, cayendo como una bomba.
Y ahora me voy a ir por dos ramas; primero por una y luego por otra.
#Rama 1: sobre la juventud y la impresión.
Se encuentra a veces en los escritos de juventud (El indiferente y Los placeres y los días, de Proust, o los relatos de Thomas Mann escritos antes de 1910) cierta insistencia en reproducir la impresión que la vida deja en los sentidos y el espíritu. Pero esos nano-temblores del alma son un tema literario no narrativo; pertenecen al campo de la lírica o la exploración psicológica.
#Rama 2: sobre la realidad que impone su forma.
Empieza la guerra y los escritores malos se conectan a una onda que les dicta el tono narrativo, los géneros, los personajes y los detalles adecuados al zeitgeist, como si fueran columnistas. Pero los buenos, como se sabe, viven en su mundo, desde donde se ve la realidad como es: inexistente en sí misma.
Francis Wyndham se encarna en una primera persona convaleciente, a principios de la guerra, que yace en un barracón con varios enfermos, tuberculosos y mutilados. Y con ese mismo tono frío y firme cambia a un narrador que, en el segundo relato, nos lleva al interior de una sala de cine donde Edna, esa solterona al borde de la locura sin la que la literatura inglesa no sabe vivir, está sentada con los ojos en la pantalla y los brazos bien prietos encima de unas tetas que nadie toca ni tocará.
Seguimos con el tercer relato, Davenant Road, dentro de Edna. La voz narrativa, un prodigio; el tono tragicómico, otro; ritmo, sentido, gracia, tres más, y sumamos. Punctuality saca un notable alto, y salimos de Edna, a quien vemos desde fuera en Temptation, virginal y peligrosa, cargadita como un revólver: swinging her shopping-bag, her skirt stained by the grass on which she had lain, she walked slowly back through the green and yellow fields to the town.
Y así salimos de Edna y nos fijamos en Agatha, que ocupará los siguientes dos relatos. Y después en los Metcalfe, y después en Mary, y después en los Jennings. Y después, sin más, en la cafetería de un cine por donde los personajes pasan y se van, pasan y se van.
En breve, más.
Fotografías de Hiroshi Sugimoto
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