Empieza cañera:
Towards the end of the bridegroom's speech, the bride turned aside and began to throw crumbs of wedding cake through an opening in the marquee to the doves outside. She did so with gentle absorption, and more doves came down from their wooden house above the stables.
Y al lector, claro, se le dispara la alarma. ¿Quién es ese personaje que se pone a tirar migas de su pastel de boda a las palomas durante el discurso de su marido?
Pues Flora, lovely, tall, blonde y absolutamente encantadora. Un ángel para todos, o tal vez un mal bicho, o tal vez una víctima, o tal vez, sin más, una mujer inocente y torpe que, sin querer, puede ser devastadora. Lo veremos.
Poco a poco, la novela arranca con una especie de travelling magistral que nos lleva, junto a Flora, a conocer al resto de personajes, a los que señala de un modo u otro por su dedo inocente/cruel/inconsciente/asesino/candoroso, que deja mancha donde se posa.
Flora, para empezar, escribe una nota a su madre para decirle lo contenta que está de haberse casado: "You have been the most wonderful mother...I had a beautiful childhood". Y la madre, viuda y mayor, se queda perpleja, con el papel en la mano, entre tocada y hundida. "Have been?...So it was to be regarded as finished?" Y Flora sigue, fina y suave, como si nada. Visita a Barbara, la novia de su suegro Percy, para la que tiene un consejo.
Cásate con él, le dice.
Es que no quiero.
Pues cómprate un gato.
Es que no quiero.
Pero Flora no tiene imaginación ni perspicacia, y su buena intención no conoce barreras. Junta a su amiga Meg con su amigo Patrick, que es gay desde el primer párrafo, y alimenta las fantasías y esperanzas de Kit, el hermano de Meg, que la adora sin límites.
Hasta aquí el primer círculo de damnificados por la bondad de Flora, que vive en su mundo de toile de jouy.
El foco de la novela cambia entonces a los amigos de los amigos y los parientes de los parientes: la red se agranda. Conocemos a Frankie, el amante de Patrick; a Miss Folley, casera y compañera de la madre de Flora; a Mrs. Lodge, criada de Flora; a Geoffrey y Elinor, vecinos; y a Liz, la amiga pintora de Patrick, única en ver desde el principio que Flora es un peligro hasta en la distancia.
Flora se convierte entonces en un personaje secundario, y la novela en un retrato múltiple de varias vidas lastradas, solitarias y mustias. La cita de Patrick y Frankie en el capítulo ocho y la lucha silenciosa entre Miss Folley y Mrs. Secretan saben a ácido, a corrosión y a desesperanza; y la historia de Elinor Pringle (con su clímax en el capítulo trece) hace que otras novelas sobre el horror marital (Yates, por ejemplo) parezcan bobaditas escritas por niños.
Pero Flora, estúpida, diabólica o ambas cosas, sigue ahí, en el centro, ciega y amable, vista a través de las consecuencias de sus actos, y por eso mismo misteriosa y real.
Un diez. Un libro que obra el milagro de poner ante nuestros ojos personajes, situaciones y detalles (la sandalia de Liz, la orquesta imaginaria de Percy) que parecen, milagrosamente, estar ahí, ante nosotros, como si la autora no hubiera hecho más que darle al play. Una novela que recrea (o refleja) una realidad fea, fea, fea y fea.
Elizabeth Taylor escribió The Soul of Kindness en 1964. Virago Books ha reeditado la mayor parte de su obra, que tuvo un momento de cierta fama en los ochenta . Aunque muchos artículos insistan en la injusticia que supone que Taylor no tenga más lectores, su valoración crítica es impecable.
Fotografías de Kate Steciw.
2 comentarios:
He leído la reseña un poco por encima porque ya sabes que me gusta llegar a los libros con la información justa sobre ellos. Pero cuando los leo siempre vuelvo a tus críticas. Pero la primera frase ya me ha impresionado.
Este me lo autorregalé el otro día precisamente...
me apetece mucho leerlo, me encantan las actrices escritoras y usted es realmente persuasivo
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