1954. Graham Greene reedita su primera colección de relatos (Nineteen stories, de 1947), añadiendo cuatro. Son historias de su época, y es posible que algunas fueran escritas para un lector que ya no existe: cinco o seis yacen, muertas, irrecuperables, bajo una capa de polvo.
Pero en las mejores brilla ese genio de Graham Greene que deja al lector dudando si el autor es un ojo inocente que observa un mundo retorcido o justo lo contrario.
Se salen The destructors (sobre la que ya se ha dicho todo), The blue film, When Greek meets Greek, A chance for Mr. Lever, A drive in the country y The innocent. Otro buen lote (Special duties, The hint of an explanation, A little place off the Edgware Road, Across the bridge, The basement room, Jubilee y The end of the party) quedan en segundo lugar, tal vez lastrados por unos cierres demasiado herméticos y, a veces, un poco convencionales. Y el resto, como dicen los pedantes, es silencio.
Al grano con un ejemplo.
The blue film es un cuento perfecto, un disparo de cinco páginas. Tenemos a Carter y su esposa en un lugar exótico en el que Carter ha hecho negocios y donde ha traído a Mrs Carter para limpiar su conciencia. Han estado separados mucho tiempo. Ella se aburre y, para estar a la altura de lo que imagina acerca de su marido (ese desconocido) se lanza: "If you weren't with me you'd find...you know what I mean, Spots". Quiere ser salvaje, fumar opio, no dejarse sorprender por la depravación; es un intento desesperado.
Pero su marido la observa: "When he looked at her neck he was reminded of how difficult it was to unstring a turkey". No hace falta ir, dice, es sórdido, y entendemos que el reproche es hacia sí mismo. Qué habrá hecho, de qué se avergüenza.
Ella insiste: "I should be taken to plenty of Spots if I wasn't with a husband".
Él se contiene: "He tried to drink his coffee calmly; he wanted to bite the edge of the cup".
Así pues, como ella lo ha pedido, el marido la lleva a ver una proyección de porno clandestino en una cabaña al final de un callejón de mala muerte: "The owner showed them into a tiny stuffy room with two chairs and a portrait of the King. The screen was about the size of a folio volume".
Es la venganza del marido, aunque ella está a la altura: "Ugly and not exciting", dice Mrs Carter cuando termina la primera película.
Pero en la segunda, Carter ve cierto encanto. La chica se quita un sombrero, el chico es joven, y vuelve a Carter cierto recuerdo.
"Good God", dice Mrs Carter, "it's you".
"It was me", Carter said.
Y de ahí hasta el final, el relato es devastación pura. En el taxi, la esposa muestra, en tres comentarios, un repertorio de reacciones (frígida, inquisitiva, despiadada) que la hacen más horrible por contraste con la chica de la película. Y de vuelta en el hotel, el relato se convierte en una elegía negra sobre el tiempo que todo lo destruye. Y aquí Greene no se regodea en los efectos; basta un segundo. Carter se desnuda en el baño y es sólo un viejo recordando a la chica. "Thirty years had not been kind: he felt his thickness and his middle age. He thought: I hope to God she's dead. Please, God, he said, let her be dead".
Pero Mrs Carter también está, a su manera, intentando aferrarse al tiempo, y le espera medio desnuda. "Her thin bare legs reminded him of a heron waiting for fish".
Y después, mientras follan, "she was dry and hot and implacable in her desire. "Go on", she said, "go on", and then she screamed like an angry and hurt bird".
Puede decirsen un montón de generalidades sobre Greene, su catolicismo, sus personajes, su talento, etc. Pero el lector que disfrute de la literatura como arte que se goza en solitario, destello a destello, tiene aquí un manjar. Es el Greene conciso y serio, que hace reír sin disfrutar. Faltan todavía un par de décadas para que empiece a divertirse.
Eso mañana.
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2 comentarios:
Queremos tanto GG
Recientemente leí A sense o reality. Saludos.
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