A Elizabeth Bowen le gustaba Rose Macaulay, y yo me dije: voy de cabeza. Pero no estoy seguro de que este libro (1926) pueda leerse sin la sensación casi constante de tener que excusar a la autora por no estar a la altura de su argumento. La idea, la trama, el tono, la prosa y el ritmo "funcionan", pero el conjunto flojea por culpa de los personajes.
Voy por partes, y sin destripar el argumento.
Estamos en los años veinte. Denham Dobie es un espíritu libre, una niña salvaje. Ha crecido al lado de su padre, un clérigo que ha huído de la verborreica vida inglesa y se ha exiliado, primero en Mallorca y luego en Andorra. Pero el padre muere y la familia materna viene de la nada para llevarse a la chica a Londres.
Esto promete. Al comienzo del libro se nos dan dos pistas de cómo va a ser el futuro londinense de Denham. Una, al final del capítulo tres, promete ironía y cotilleos à clef: they were artistic, literary, political, musical and cultured. So, as families go, they were all right for Chelsea, though, except Humphrey, they were not quite fit for Bloomsbury. Y otra, más seria, al final del capítulo cuatro, anticipa el tema central de la novela: la vida y sus compromisos nos atrapan, no hay lugar en el mundo donde uno pueda ser totalmente libre.
Pero Denham llega a Londres y la novela, que debería arrancar, se estanca durante cien páginas. Echamos de menos todo lo que la situación promete: un uso rico del espacio (y aquí vienen a la cabeza, por ejemplo, "The death of the heart" y "The heat of the day", de Bowen, que tienen a la ciudad como centro), una ironía más trabajada (no sólo en la prosa sino en la concepción del argumento) y, sobre todo, unos personajes bien definidos.
Todos los parientes de Denham parecen uno. Bien, nos decimos, esto no es en sí ni malo ni bueno, y tal vez la autora quiera subrayar la idea de que Denham -una unidad- está sola frente al mundo -un bloque-. Y seguimos leyendo. Pero varios capítulos después la novela está empantanada porque los personajes se lastran unos a otros. Como Denham muestra muy pocos rasgos (es libre y salvaje, nada más), sus parientes dan la réplica sólo a la manifestación de esos rasgos, lo que impide que Denham muestre ninguna otra faceta. Es el ejemplo clásico de "doble constreñimiento".
Y aunque es en este tramo donde encontramos las escenas de humor de la novela (caps. 6 y 7, con coñitas sobre Bloomsbury, los Sitwell y los editores), la historia está en coma hasta el octavo capítulo de la segunda parte. Es la mitad del libro, tal vez demasiado tarde para arrancar.
O tal vez no, porque, ¡qué buena lección de narrativa práctica tenemos a partir de entonces! Por fin el tema de la novela deja de ser un conflicto abstracto y se hace acción. Por fin vemos a Denham en una situación que le concierne directamente, y por fin, en consecuencia, muestra sus características como personaje de una manera artística. Sigue siendo salvaje y libre, pero aquí, en su cottage frente al mar, lejos de Londres, comprendemos la fuerza dramática que tiene el personaje. Cuando, cincuenta páginas más atrás, sus primos la describían cansinamente como un niño o un animal, nos resbalaba. Ahora vemos al niño y al animal, y, en consecuencia, nos interesa si escala una roca o se come una salchicha con los dedos.
Denham asalvajada es Björk: la de The Anchor Song, la que redescubre su cuerpo en The Triumph of a Heart y, más adelante, la de Wanderlust: Perpetual rest in motion; new places all the time, and no people. And no housekeeping. The only way, outside hotels, workhouses, and prisons, of escape from that. Es la prima civilizada de la mujer-animal de "Surfacing", de Margaret Atwood, medio siglo después.
Y así, la tercera parte se lee con interés, casi con la esperanza de que sea verdad que bien está lo que bien acaba. Los personajes tienen por fin reacciones individuales (Evelyn y Noel, por ejemplo), lo que desencadena, según las leyes básicas de la narrativa, otros conflictos pequeños (lo que hace Evelyn afecta a Audrey y Arnold, y lo que hace Noel afecta a Denham), y la historia se cierra hábilmente.
Pero habríamos, tal vez, querido más. Denham podría haber sido un personaje memorable, y el sentido del libro habría sido más desolador con un tratamiento distinto de la parte londinense.
Esto es lo que hay, nada más. Tengo dos libros más de Macaulay en la wishlist. Más, en su momento.
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* Las fotografías son de Mike Brodie
** Éste es el libro que menciona el narrador de Andorra.
14 de febrero de 2010
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3 comentarios:
Pues suena bien, sí. Yo de Rose Macaulay no he leído nada, pero hace tiempo me topé (ya no sé ni dónde) con una referencia a su libro The World My Wilderness que me gustó, así que está en la wishlist (¿será uno de los que tienes también en la tuya?). Algún día...
¡Ahora he caído! Descubrí el libro porque la intro a la edición de Virago es de Penelope Fitzgerald, claro.
Sí, exactamente. La introducción a The World My Wilderness también está recopilada en "A house of air", y desde luego tiene buenísima pinta.
El otro es The Towers of Trebizond, que caerá a su debido tiempo.
Yo creo que este libro te gustará, y seguro que le sacas mucho más juego que yo a las alusiones a Bloomsbury en los años 20.
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