Todo es fascinante. De pronto, después de leer "Cécile", mi wishlist ha crecido y quiero los diarios de Benjamin Constant, "Corinne" (de Madame de Staël), la autobiografía de Madame Guyon y el "Telémaco" de Fénelon; y después, como dicen en los anuncios de contactos, lo que surja. Es un mundo, es un sueño: se tira de un hilo, después de otro, y así hasta el último detalle. No conozco otro interés que el del curioso, el cotilla, pero dudo que los eruditos experimenten una satisfacción y un ansia mucho mayores.
Constant nace en 1767 y muere en 1830, lo que significa que llega al mundo cuando Diderot y D'Alembert están discutiendo sobre cómo ordenar la casa y se va en el momento en que Victor Hugo estrena "Ernani" y Delacroix pinta "La libertad guiando al pueblo". Es decir, que nace con Mozart y muere con Chopin: dos galaxias.
Esta novela está escrita para el futuro. Narra el desarrollo de los sentimientos amorosos de Constant por dos mujeres a lo largo de quince años. El narrador es el autor y ellas son Madame de Staël (transformada en la señora de Malbée) y su esposa Charlotte von Hardenberg (transformada en Cécile). La discreción no va más allá: salvo los nombres, todo en el libro es historia. Por eso no se publicó hasta que las personas, tras la muerte, se convirtieron en personajes.
Constant es un hombre del XVIII en cuanto a expresión y enfoque, y aunque el asunto de este libro sea el amor, el espíritu romántico no está todavía en el aire. Constant se toma a sí mismo como sujeto de estudio y toma la palabra para diseccionarse. Esto es lo que hay -parece decir-, así fueron mis sentimientos por dos mujeres durante quince años.
Fue el 11 de enero de 1793 cuando conocí a Cécile de Walterbourg, hoy mi mujer...Pero, ¡ay!, ella está atrapada en un matrimonio chungo (su marido se la pega con su hermana) y él también (su mujer se la pega con un principito ruso), y, de pronto, no parece mala idea que se junten. Desde ese momento al final de la novela pasan quince años, en los que las circunstancias (divorcios, bodas, bancarrotas, cartas que no llegan, exilios, etc) y las razones del corazón (Constant está enganchado a Madame de Staël, con la que no puede romper) los juntan y los separan. Estamos hablando, como diría Proust, de las intermitencias del corazón.
(Inciso: No es difícil ver a Proust entre las líneas de Constant: son igual de francos. Cuando el narrador nos cuenta que su amor no era apasionado, que se enfriaba con la distancia, que desaparecía y volvía a nacer, transformado y fortalecido, oímos a Swann recordando que, después de todo, Odette no era su tipo.
Esa imagen de Cécile presentándose tan inesperadamente ante mí me produjo una emoción extrema. Daba por supuesto que se habría marchado, sin embargo me apresuré a contestarle y lo hice con amor. Ya no estaba cuando llegó mi carta. No se la hicieron llegar. La conmoción que había sentido al reconocer su letra se fue aplacando y volví a perder el rastro de Cécile, a quien podría haber encontrado en Alemania, aunque ni siquiera intenté dar con ella.
Cualquiera que haya completado su educación sentimental reconocerá que contra el amor luchan de igual a igual la fatuidad, el egoísmo, la indiferencia, la duda, el olvido y la indolencia). Fin del inciso.
Y, de fondo, Madame de Staël, con la que vive una historia de "ni-contigo-ni-sin-ti", un enganche tóxico: escenas, celos, cartas. Tras cada bronca, él siente el cansancio universal, pero no puede, no sabe, no quiere irse con Cécile, que, mientras tanto, le espera sin reprochar.
Ya está, se dice Constant, aquí reviento. Han sido demasiados años, he visto el abismo, no puedo más, no puedo más, no puedo más, esto no es vida.
Pero existe en Lausana una secta religiosa compuesta por un grupo bastante numeroso de personas de distinta condición conocidas con el nombre de pietistas y muy calumniadas. Uno de ellos se apiada de Constant y le da dos o tres consejos: olvídate, my friend, de ir contra las leyes que te superan; cambia tu predisposición y acéptalo todo; mata tu voluntad; no quieras controlar el universo; let yourself flow...
Mano de santo. Constant se vuelve dulce y dócil. Que tiene un impulso, lo sigue. Que no lo tiene, pues se relaja.
Quince años después de conocerse, Cécile/Charlotte y Constant se casan. Sucederá fuera del libro, y habrá hecho falta que ambos vean la cara de la muerte para que se decidan a dar el paso.
Y es que nadie dijo que las cosas fueran fáciles.
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*La secta de los pietistas (o quietistas) siguen las escrituras de Fénelon y de Madame de Guyon. Quien quiera abandonarse plácidamente a las fuerzas del universo y, en consecuencia, vivir sin mover un dedo, puede hacerlo aquí.
** Las fotos de Versalles son de Madelene Lindqvist
17 de febrero de 2010
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4 comentarios:
Me han regalado "Cécile" y, después de ver este magnífico post, me apetece leerlo todavía más, cuanto antes.
Creo que no voy a ser capaz de quedarme aquí y también voy a enlazar con Mme. de Staël y allegados.
Un saludo.
Me ha gustado tanto este blog que me he tomado la libertad de linkarlo para que lo puedan leer mis amigos.
En caso de causar algún contratiempo, escribir al blog, por favor.
¡¡¡Muchas gracias!!!
Al contrario, muchas gracias!
Me puedes decir una frase del libro? Porfavor y gracias.
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